El Alfaguara para un representante de la literatura de los 90 y el Ribera del Duero para quien escribe sobre víctimas y no sobre capos.
Ciudad de México, 8 de abril (SinEmbargo).- Esta semana ha habido dos premios que nos han llenado de orgullo y contento. Uno es el V Premio Ribera del Duero, para La vaga ambición, de Antonio Ortuño y el otro es el Alfaguara para Ray Loriga, que firmó como el futbolista argentino Juan Sebastián Verón su nueva novela, Rendición.
Se trata de dos escritores buenos y contumaces, es decir, gente que ha dedicado su vida y su obra a tratar de encadenar dos palabras que tengan sentido, a darle un giro al lenguaje en función de un libro o un cuento, sin importar qué pasará afuera.
En el caso de Ortuño y Loriga, no están en los cócteles esperando los premios y poco a poco construyen una obra, un decir, un contexto.
En el V Premio Ribera del Duero, el jurado estuvo presidido por Almudena Grandes y contó como representantes del Consejo Regulador y de la Editorial Páginas de Espuma y eligieron La vaga ambición, por “el dominio de la escritura y la capacidad humorística que en el autor no va en detrimento de la emoción, logrando la hazaña de divertir y conmover al lector”.
En cuanto al Premio Alfaguara, esta vez recayó en Ray Loriga, que dijo algo así como “pasaba por aquí” y se llevó el galardón, mediante un jurado presidido por Elena Poniatowska, ante la que se arrodilló cuando subió al escenario.
El Alfaguara está dotado con 165.000 euros (175.000 dólares) y a esta edición del premio se han presentado 665 manuscritos en castellano, de los que 205 eran de España, 107 de Argentina y 91 de México.