La placa Norteamericana no permite el paso constante de fluidos que son liberados cuando la placa de Cocos entra por debajo de ella, lo cual da como resultado que exista menor fricción, pues funciona como un lubricante y evita la acumulación de energía.
Ciudad de Mexico, 31 de julio (SinEmbargo).– Desde hace tres décadas se habla que un gran sismo que afectaría a la Ciudad de México y que provendría de la Brecha de Guerrero, la cual mide aproximadamente 200 kilómetros en las costas del estado. Pero pese al constante temor, esto no ha sucedido, lo que ha llevado a investigar a los especialistas: ¿Por qué no se ha producido hasta ahora?
Esta investigación fue publicada en la prestigiada revista Geology y retomada por la Gaceta de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) expone que desde al año 1911 no se ha presentado un sismo de consideración en la Brecha de Guerrero lo que llevó a los especialistas a investigar.
“La lógica indica que tarde o temprano habrá uno. Hemos hecho estudios y descubrimos que en el pasado hubo vulcanismo por largo tiempo, mucho más que en el resto de la costa del Pacífico”, comentó Luca Ferrari, investigador del CGeo, en Juriquilla, Querétaro.
Expertos del Centro de Geociencias (CGeo) y del Instituto de Geofísica (IGf) explicaron que la capa de grabo (roca ígnea que se produce cuando el magma se enfría) en la base de la placa Norteamericana no permite el paso constante de fluidos que son liberados cuando la placa de Cocos entra por debajo de ella, lo cual da como resultado que exista menor fricción, pues funciona como un lubricante y evita la acumulación de energía.
Detallan que estas rocas ígneas provienen de los periodos Cretácico, Paleoceno, Eoceno y Oligoceno durante un lapso de 40 millones de años donde era constante la actividad volcánica.
Gran parte de las rocas ahí encontradas son gabróicas, que son ígneas pero de grano grupo equivalente a la composición del basalto.
Gracias a estas rocas, según la investigación, los sismos son lentos. En lugar de que las dos placas se muevan en decenas de segundos, lo hacen de uno a seis meses, lo que los hace imperceptibles.
“El movimiento de la placa de Cocos hace que la placa que está sobre ella (Norteamericana) se hinche levantándose decenas de centímetros; luego, con el sismo lento el terreno regresa a la normalidad, en un proceso que dura mese”, se explica.
Esta teoría fue comprobada con registros magnetotelúricos, los cuales miden corrientes eléctricas, en este caso las que produce el agua que atrevida las placas, lo que permitió ver cuáles zonas eran más conductoras.
“El agua es un conductor de electricidad; una roca seca no lo es, pero si tiene agua lo hace. Lo que vimos en el perfil de la Brecha de Guerrero fue un conductor por debajo de la placa, justo en la interfaz de la de Cocos y la Norteamericana, como pensábamos. Es decir, ahí hay fluidos atrapados”, insistió Ferrari, ganador del Premio Universidad Nacional en el área de investigación en Ciencias Exactas.
Sin embargo, otro estudios realizados más allá de la Brecha de Guerrero indicaron que las rocas en esas otras regiones no son impermeables, es decir, existe fricción y acumulación de más energía que al final puede ser liberada en un gran sismo.
Ese sí, los autores del artículo –Allen Husker, Luca Ferrari y colaboradores– advierten que la investigación no sugiere que no vaya haber un sismo de gran magnitud en la Ciudad de Mexico, aclaran que este sismo podría prevenir de otra entidad.
“Eso no implica que no llegará un terremoto a Ciudad de México; puede venir de Oaxaca, Michoacán o de otra zona. Si se generara uno similar al de 1985 en la Brecha sería terrible, porque está justo al sur de nuestra urbe”, concluyó Ferrari.