El tesoro de Cuauhtémoc Gutiérrrez es la basura. Se lo heredó su padre que a su vez lo ganó a punta de golpes, enfrentamientos y cuando fue necesario, a balazos. En la lucha por la basura igual pelean los humanos que los perros: no hay reglas, no hay límites, lo que hay es hambre. El macho alfa se queda con todo; los mejores restos, la obediencia de la manada y las hembras. Es la organización social más básica, regida solo por el instinto de sobrevivencia. Lo paradójico es que esto se da en medio de las grandes ciudades, ahí donde, se supone, los hombres inventamos la mejor manera de vivir y convivir. La ciudad maravillosa es también el gran generador de desperdicios y exclusiones, y el sistema político que la rige no solo tolera, sino que requiere y promueve estos procesos de contención.
La pregunta no es, pues, por qué Cuauhtémoc Gutiérrez se comporta como se comporta, sino cómo llegó a ser líder del PRI en la Ciudad de México, por qué el sistema, y más aún el sistema priista, tan hábil para sacar de la carretera y mandar por la brecha a quienes considera necesarios pero impresentables, permitió que un personaje como él comandara los destino de este instituto político en el Distrito Federal.
Más allá de sus peculiaridades y posibles delitos cometidos en la contratación de personal con fines sexuales, Cuauhtémoc no es sino el reflejo de la crisis del PRI en la Ciudad de México. Fuera del poder desde 1997, pero derrotado electoralmente desde 1988, el PRI tienen ya 25 años de pauperización política en el Distrito Federal. Como la Ciudad de México es al mismo tiempo capital y sede del gobierno federal y de los poderes de la república, la crisis del PRI capitalino se ocultó durante años en la fuerza de los políticos de los estados.
En la última elección el PRI ganó solo una de 16 delegaciones, Cuajimalpa (y el resultado se debió más al desplome del PAN, que gobernaba ahí, que a la propia fuerza del priismo) y no ganó una sola de las 40 diputaciones a la Asamblea del Distrito Federal. Este PRI nada tiene que ver con ese PRI nacional que regresó orgulloso al poder en 2012. El PRI del DF no ha generado un solo cuadro político en los últimos 20 años, no ha sido capaz de representar las inconformidades de los habitantes de la capital, ni ha puesto sobre la mesa un solo tema de discusión.
El del Distrito Federal es el PRI de los excluidos por su propio partido, el de aquellos cuya misión es morder y arrebatar: es el tesoro de Cuauhtémoc.