El escándalo es un asunto desagradable, nos incomoda, nos muestra cosas que (algunos) no queremos ver, nos enseña la peor cara de la sociedad, y sin embargo, como lo señala John B. Thomson, tiene una función social importantísima: poner los límites a las conductas que no son aceptadas, pero tampoco castigadas por la justicia. En el escándalo hay siempre algo de moralismo y de falsa sorpresa; es por naturaleza hipócrita y traicionero; saca lo peor de las personas y de la sociedad. Pero, por lo mismo, parte fundamental del escándalo es observar a quién salpica y cómo reaccionan los que son alcanzados las ondas que se expanden concéntricamente tras el estallido. El escándalo permite sanear o al menos ventilar algunas áreas de la sociedad que normalmente no toca la justicia y cobra facturas que de otra manera permanecería en el cajón de documentos socialmente incobrables.
El caso del cateo e intervención de la empresa de Oceanografía ha resultado ser uno de estos en los que se sacude la estructura de poder y donde el número de personas salpicadas va más allá de lo imaginable, abriendo cajones que de otra manera no veríamos. El caso implica tráfico de influencias, lavado de dinero, corrupción y complacencia tanto de las estructuras más altas del gobierno federal como de los que hoy por hoy es el club de ricos más importante de México, los dueños de equipos de fútbol de primera división.
Los primeros salpicados, aunque hasta ahora nadie los haya vinculado formalmente a la investigación, fueron los hijos de Martha Sahagún de Fox, lo famosos hermanos Bribiesca, cuyas historias son de antología, pero a lo que a pesar de haberse creado una comisión especial en la Cámara de Diputados para enjuiciarlos nunca les hicieron nada; su castigo es y será ser salpicados por el escándalo cada vez que algo caiga en su círculo de interés.
Otro manchado por las gotas de Oceanografía es el presidente del PAN, Gustavo Madero. En el contexto de la elección interna, subirse a un avión propiedad de la empresa cuestionada resulto ser un elemento suficiente para pasarlo por las armas. Nadie le ha probado a Madero ilegalidad alguna, pero en realidad eso es lo de menos. Lo que prueba la fotografía en cuestión es que la clase política sirve y se sirve de los empresarios corruptos, nada que no supiéramos, pero nada que pueda ser judicialmente procesado. Por lo mismo el recurso de reprobación es el escándalo.
El tercer implicado es la Federación Mexicana de Fútbol y sus dueños que, a pesar de que dicen ser muy estrictos en la selección de sus socios, no hay año en que no se vean salpicados por un escándalo. Sin embargo en esta ocasión el escándalo les viene como anillo al dedo porque le permitirá definir el descenso sin tener que pasar por la penosa situación de dar al Atlante explicaciones sobre la compra-venta del Atlas.
A quién le importa, pues, la justicia, si podemos dirimir nuestros problemas con escándalos.