La reforma política que salió de comisiones está lejos de ser perfecta pero es un avance. Podemos decir que en esencia, es una reforma de los partidos para los partidos, pero con algunos puntos de equilibrio entre poderes dignos de destacar.
Lo más trascendente de la reforma, es la creación de la Fiscalía General en sustitución de la Procuraduría y que el Fiscal tendrá autonomía del poder ejecutivo: el nombramiento será por nueve años, el Senado enviará una lista de diez posibles candidatos al Presidente y este regresará un terna de la cual los senadores elegirán al Fiscal General. Así mismo la destitución requiere dos terceras partes de los senadores. La autonomía de la Fiscalía es fundamental para sacar a la justicia de la lógica política.
Otro punto que es un gran avance, es la posibilidad, a partir del 2018, de crear gobiernos de coalición que aseguren la gobernabilidad, y la necesidad de que el gabinete sea ratificado por el Congreso (salvo los secretarios de Marina y Defensa). Esto podría significar el fin de la parálisis legislativa, dentro de cinco años.
En lo electoral, es quizá donde menos avance se presenta. Si bien se incrementan los mecanismos de fiscalización, no se animaron a que rebasar los topes de campaña sea en automático causa de anulación o descalificación de un candidato. Sin embargo sí hay chequera única, fiscalización durante la campaña y el rebase de topes se convierte en causa posible de nulidad.
Pero la gran pregunta es si la salida del PRD del pacto mantiene vigente esta reforma. El verdadero animador del pacto durante este primer año de Peña Nieto fue el PRD. Los “Chuchos” leyeron bien el costo que tendría para su partido la salida de Andrés Manuel y su grupo, y encontraron en el pacto una forma eficiente e inteligente de pesar en las decisiones. La reforma hacendaria, guste o no, es un gran triunfo de ellos. Lo que sigue es la reforma energética y ahí el PRD tiene claro que no solo no puede ir, sino que le conviene dejar un espacio para la confrontación abierta y que PRI y PAN la saquen solos. En medio de la confrontación interna por la presidencia del partido, la dirigencia actual del PRD no está en posibilidades de asegurar nada, por eso es mejor salirse antes. Sin el PRD en la mesa, lo más seguro es que el PAN subirá el costo de la reforma energética y regrese a la mesa de la reforma política con otros planteamientos que tensarán la relación.