No hay nada más maravilloso que una conversación, de preferencia apasionada y con gritos, que te haga cambiar de opinión. Encontrar en el otro un elemento que te descoloque, que te saque de tu estado de certeza para sembrar una duda. Ese y no otro es el sentido del debate. Pero en México no debatimos para confrontar nuestros argumentos y poner a prueba nuestras ideas, sino para imponerlas. Dicho de otra manera, debatimos con la boca, no con los oídos. Por simple sentido anatómico, si tenemos dos oídos y una boca, en un debate deberíamos escuchar al menos el doble de los que hablamos.
El debate sobre la legalización de la mariguana, que se colocó en la agenda pública a raíz de la legalización en Uruguay, está resultando un buen ejercicio, sobre todo porque el debate está sólo en la esfera de la opinión pública, no en las instituciones. Es decir, estamos debatiendo por el placer de debatir, pero no estamos aún decidiendo nada y las posturas tienden a radicalizarse y en su radicalización terminamos debatiendo mitos, apoyados en principios y creencias, no en argumentos.
El principal argumento a favor es que legalizar la mariguana contribuirá a reducir la violencia. El argumento se construye desde el punto de vista de la política de seguridad. Cortarle a las mafias los flujos de dinero de la mariguana, que es la mitad de volumen de la exportación pero no del flujo, sin duda las debilita a los cárteles, pero está lejos de acabar con ellos. No hay un solo cártel que se dedique únicamente al trasiego de mariguana. El efecto puede ser más visible e importante en la violencia urbana, en la famosa última milla, al reducir el riesgo del consumidor en el punto de venta. Al ser legal no hay por qué esconderse ni recurrir a las armas para la protección o la cobranza, con lo cual la distribución de esta droga, que es la de mayor circulación en México, ya no estará vinculada a pandillas y al crimen.
Por otro lado, el consumo de mariguana está lejísimos de ser un problema de salud pública en nuestro país. Si bien es un elemento sobre el que no se puede bajar la guardia, los problemas de salud derivados del consumo de hierba no se comparan con los causados por las drogas legales, básicamente tabaco y alcohol. ¿Despenalizar el consumo de la mariguana aumentará el consumo? Depende en gran medida de la manera en que se haga, si lo que liberaliza es el mercado, el efecto será el mismo que se tuvo el el alcohol, pero en medio hay una gran gama de posibilidades que no implican que guapas edecanes se paseen por los restaurantes ofreciendo toques de prueba, como hoy se hace con las bebidas alcohólicas. En los países donde se ha liberado el consumo no se ha abierto el mercado y el resultado ha sido que en los primeros tres años aumenta el número de consumidores pero luego regresa al punto de partida.
Lo primero que tenemos que tener claro cuando hablamos de legalizar la mariguana es para qué queremos hacerlo, si se trata de una política de seguridad, de una política de salud o de una política de ampliación de libertades. De cómo planteemos el problema es el tipo de solución que tenemos que construir. Lo que quedó claro en estos días de debate al aire es que aún no tenemos claro qué queremos con la legalización de la mariguana, pero nos sirvió, espero, para sembrar dudas.