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María Rivera

29/06/2022 - 12:02 am

Yrma Lydya

«Hay que estar pendientes de que el crimen no quede impune. Nadie puede ya regresarle la vida a Yrma Lydia, ni devolverle su voz, pero las autoridades sí pueden castigar, con todo el rigor de la ley, a su asesino».

«Muchas mujeres terminan siendo asesinadas justo cuando intentaban escapar de sus agresores, o incluso, cuando ya lo habían logrado». Foto: Twitter @yrmalydya

Como sabemos, la cantante Yrma Lydya Gamboa fue asesinada en un lujoso restaurante hace unos días. Según testigos y versiones aparecidos en la prensa el presunto asesino, con quien se encontraba en una mesa, el abogado Jesús Hernández Alcocer, de 79 años, asiduo al restaurante y al que solía ir armado, era además su esposo. Fue detenido allí mismo, cuando intentaba escapar y actualmente se encuentra detenido. Mucha gente ha salido en redes a denunciar procedimientos ilegales y corruptos y sus redes de influencia con el poder político y judicial. Ahora empezará su proceso, en el que el acusado ya se ha declarado, increíblemente, como inocente, a pesar de que el asesinato se llevó a cabo frente a muchísimos testigos, en un lugar público.

Yrma Lydya, una jovencísima y talentosa cantante de 21 años, se había casado con él, el año pasado. Pocos meses después la joven denunció, en diciembre del 2021, violencia doméstica ante el ministerio público en la Ciudad de México, según revela el portal La-Lista quien tuvo acceso a la denuncia. En ella, acusa a su esposo de haberla golpeado, amenazado con una pistola en la cabeza, intentado ahogarla e incluso de haberle dado toques eléctricos. Poco después, le otorgó el perdón, se cerró la investigación, y se reconcilió con su agresor, como suele ocurrir en los casos de violencia doméstica. Según versiones de sus conocidos, Yrma Lydya intentaba nuevamente separarse de él, cuando fue asesinada. Según el productor de su show, la cantante le había estado cancelando sus citas por problemas personales y carecía de recursos económicos para llevar a cabo sus presentaciones. Había conseguido que se le promoviera con grandes cantantes y estaba emocionada, según sus palabras. Si uno la ve en videos cantando, es evidente que el canto era su mayor pasión y que se encaminaba a la creación de una carrera profesional descollante.

No lo logró: fue asesinada arteramente, con tres balazos, el último en la cabeza, en el restaurante Suntory de la colonia del Valle, en la Ciudad de México. Un hombre le quitó esa posibilidad y también la vida. Su cuerpo quedó allí, tendido, en ese lugar, junto con su talento, su futuro y sus aspiraciones, de manera absolutamente trágica e injusta.

Las feministas han hablado hasta el cansancio, denunciado el fenómeno del feminicidio en México. Ese cáncer que consume la vida de mujeres, impunemente. Lo cierto es que el fenómeno delincuencial no es estrictamente individual, sino social, en tanto las estructuras de poder social y político soportan y solapan a hombres que violentan mujeres de manera impune.

No es raro, al contrario, es muy común, que mujeres que son víctimas de violencia doméstica, no puedan escapar de ella. El fenómeno se ha estudiado mucho en su enorme complejidad.  Es fácil hacer juicios para quienes no atraviesan por una relación que sistemáticamente les ha minado la autoestima y el poder de decisión, para quienes no han sufrido la destrucción de su propia identidad a través de la violencia extrema y constante. Los golpes, las amenazas, la violencia sexual, debilitan a cualquier ser humano y son capaces de generar respuestas adaptativas que, vistas de lejos, parecerían desconcertantes.  Si, además, esa violencia amenaza la propia vida, es aún más difícil escapar de esa jaula. Una vez que el hombre ha impuesto su poder violento, y ha dado pruebas de su capacidad criminal, las mujeres saben que la muerte es una posibilidad muy real.

Muchas mujeres terminan siendo asesinadas justo cuando intentaban escapar de sus agresores, o incluso, cuando ya lo habían logrado. Hombres que asesinaron a sus ex parejas, no son noticias infrecuentes. Mujeres que intentaron escapar y no lo lograron, como parece haberle ocurrido a Yrma Lydya, son también frecuentes. Si, además, el agresor tiene poder más allá de sus puños (de cualquier tipo) y está inmerso en una estructura social o política de encubrimiento, para las mujeres escapar se convierte en un auténtico calvario que, sin duda, pone en riesgo su vida. A esto hay que sumarle el silencio que guardan muchas víctimas atenazadas por la vergüenza, incapacitadas para pedir ayuda, agobiadas por la culpa o angustiadas ante las represalias de sus victimarios, que suelen ser psicópatas narcisistas que disfrazan su violencia de amor para controlar a sus víctimas.

Las mujeres, salvo que encuentren redes de apoyo (que las hay) se piensan solas, porque las autoridades, que deberían de encargarse de castigar estos abusos han sido históricamente parte del problema, al fomentar y permitir la impunidad. La historia de los asesinatos y abusos cometidos contra mujeres está contenida en miles de carpetas abiertas que nadie investigó, feminicidas que no han sido siquiera buscados, ni detenidos y siguen libres.

Estas últimas décadas, sin embargo, se ha avanzado mucho gracias a la lucha de mujeres feministas que han logrado incidir en la creación de leyes, políticas y en la tipificación misma del delito de feminicidio, abriendo el camino para la justicia, pero también ensanchando el lenguaje para nombrar esa violencia que no tenía nombre. Asimismo, los movimientos feministas de la última ola han abrazado como su causa principal la violencia feminicida con el #NiunaMás

Las autoridades de la CdMx tienen en sus manos el caso, muy mediático, del feminicidio de Yrma Lydia, un caso en el que el detenido presuntamente ostenta mucho poder, formado por las excrecencias y formas corruptas de la política mexicana, esas estructuras no formales de la cultura que no solo fomentaron todo tipo de ilícitos, sino que suelen ser profundamente misóginas.

Veremos qué ocurre, querido lector. Hay que estar pendientes de que el crimen no quede impune. Nadie puede ya regresarle la vida a Yrma Lydia, ni devolverle su voz, pero las autoridades sí pueden castigar, con todo el rigor de la ley, a su asesino. No es ni remotamente suficiente, pero es lo mínimo. Por ello, exigimos #JusticiaParaYrmaLydia #NiUnaMás #NiUnaMenos

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María Rivera
María Rivera es poeta, ensayista, cocinera, polemista. Nació en la ciudad de México, en los años setenta, todavía bajo la dictadura perfecta. Defiende la causa feminista, la pacificación, y la libertad. También es promotora y maestra de poesía. Es autora de los libros de poesía Traslación de dominio (FETA 2000) Hay batallas (Joaquín Mortiz, 2005), Los muertos (Calygramma, 2011) Casa de los Heridos (Parentalia, 2017). Obtuvo en 2005 el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes.
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María Rivera es poeta, ensayista, cocinera, polemista. Nació en la ciudad de México, en los años setenta, todavía bajo la dictadura perfecta. Defiende la causa feminista, la pacificación, y la libertad. También es promotora y maestra de poesía. Es autora de los libros de poesía Traslación de dominio (FETA 2000) Hay batallas (Joaquín Mortiz, 2005), Los muertos (Calygramma, 2011) Casa de los Heridos (Parentalia, 2017). Obtuvo en 2005 el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes.
María Rivera
María Rivera es poeta, ensayista, cocinera, polemista. Nació en la ciudad de México, en los años setenta, todavía bajo la dictadura perfecta. Defiende la causa feminista, la pacificación, y la libertad. También es promotora y maestra de poesía. Es autora de los libros de poesía Traslación de dominio (FETA 2000) Hay batallas (Joaquín Mortiz, 2005), Los muertos (Calygramma, 2011) Casa de los Heridos (Parentalia, 2017). Obtuvo en 2005 el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes.
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