Jean-Paul Sartre practicó el boxeo; Albert Camus, el futbol. Sartre provenía de una buena familia, fue educado en la prestigiosa École normale supérieure y era bajito de estatura (medía un metro cincuenta y ocho); Camus procedía de una familia pobre, estudió por altruismo, era alto y tenía finta de galán de cine. Sartre era bizco y a decir de Simone de Beauvoir, “muy feo”; pero —como recuerda en sus Memorias su compañero normalien, Raymond Aron— “su fealdad desaparecía en cuanto hablaba, en cuanto su inteligencia [aparecía] borraba los granos y las tumefacciones de su cara”.
Ciudad de México, 20 de agosto (SinEmbargo).-El boxeo y el futbol podrían funcionar como metáforas de la literatura y el ejercicio de pensamiento de esos dos escritores y filósofos. El box y el fut explicarían sus diferencias. Fueron grandes amigos a partir de 1943 hasta su ruptura en 1952; son legendarias las fiestas y borracheras que organizaban en Saint-Germain-des-Prés.
Los biógrafos de ambos, Cohen-Solal y Lottman, coinciden en que analizados a la distancia, su amistad estaba destinada al fracaso y la ruptura. No estoy muy seguro de ello; también existen coincidencias entre, por ejemplo, El extranjero y La náusea, como para pensar, más bien, en un fenómeno de sístole y diástole, de contracción y dilatación filosófica y literaria.
A pesar de la aparente obviedad, establezcamos un punto de arranque necesario para trazar algunas diferencias entre Sartre y Camus. El box es un ejercicio individual; ciertamente descansa en un grupo de apoyo; pero éste no suele ser visible, corre por las laterales y la infraestructura del cuadrilátero. El boxeo es un enfrentamiento de dos soledades.
En contraste, el futbol es un deporte de conjunto; empero, se podría hacer notar que el buen futbol suele ser recordado por las grandes individualidades: Pelé, Maradona, etcétera. Pero basta recordar que el genio futbolístico de Messi fue insuficiente para hacer posible el campeonato mundial para los argentinos. La razón es que esas individualidades descansan en el juego de conjunto; cuando éste no funciona, se atascan. Sé que simplifico, pero para mi argumento interesa dejar en claro esta mínima distinción: si el box es deporte de individualidades, el futbol lo es de conjunto.
Sartre era boxeador porque era un individualista; Camus era futbolista porque buscaba relaciones colectivas.
También podríamos decirlo de otra manera: como Sartre era boxeador, pudo desarrollar su individualismo; Camus, al practicar el futbol, desplegó un sentido por las causas comunes.
Los pedagogos afirman que en la infancia hay que practicar tanto deportes individuales como grupales porque con ello se inculcan valores colectivos e individuales. No es algo reciente; aunque con un énfasis en el sentido colectivo, en La República Platón bosqueja toda una pedagogía que combina deportes y poesía, gimnasia y música.
Para los modernos puede parece extraña esa combinación, pero hay que recordar que la poesía para los griegos antiguos no se reducía a escribir versos; era toda una paideía, una amplia práctica cultural para que la polis germinara ¿Se podría llevar a ese extremo el trazado box/individualismo y futbol/comunidad? Posiblemente exagero; pero si los tomamos como metáforas, ayudan en su comprensión.
En El ser y la nada (quizá su obra filosófica más importante) hay una frase que da cuenta del individualismo de Sartre: “el ser es una aventura individual”. Una afirmación que sintetiza toda la apuesta literaria y filosófica de Sartre (el Sartre previo al marxismo) y que podríamos resumir diciendo que el hombre es enteramente responsable de sí y de sus decisiones (aun de lo que no elige porque no elegir es otra forma de decidir).
Por su parte, Camus apostó por lo que denominó como el “pensamiento del mediodía”, es decir, una reflexión que “ha de respetar los límites que descubre en sí mism[o] y en que los hombres, al unirse, empiezan a ser”.
Camus (digamos que el Camus de la posguerra) rechaza los extremos, los absolutos y las abstracciones llamadas Historia, Progreso, Democracia y Justicia, para luchar por lo concreto, por lo seres de carne y hueso que tiene un nombre y una biografía. Sartre fue un escritor de absolutos y excesos; Camus, de relativos y mesuras.
El exceso y la mesura. Podríamos pensar que el box, en su modalidad olímpica, es el deporte de excesos: son tres rounds que suman nueve minutos. Nueve minutos en los que hay que darlo todo; echar toda la “carne al asador” y jugarse cada segundo como si fuera la última partida. Para el box no hay mediodía.
El futbol, en cambio, es un deporte de noventa minutos y con el alargue, podrían ser ciento veinte. Cada jugada se construye como un edificio: ladrillo a ladrillo, jugada a jugada, pase a pase. Hay que rodar la pelota por lo ancho de la cancha, pasearla y que fluya por las laterales; aunque se vaya perdiendo, es imprescindible mantener la paciencia. Para el futbol, existen los mediodías.
¿Box o futbol?, ¿desmesura o mesura? Es una pésima conclusión plantear las cosas de manera dicotómica. Si se hurga con cuidado en la vida y el tejido de sus obras, los grandes pensadores y escritores trascurren en la tensión entre desmesura y mesura, entre los duros puñetazos del box y la técnica depurada del chanfle.
La mesura moralista de Camus estaba tensada por un exceso de arrogancia y susceptibilidad. Es conocida la anécdota: su secretaria llevaba un diario donde anotaba qué hacía y quién lo visitaba. Sabiéndose célebre, Camus casi la despide. Sartre, que en los últimos años de su vida no dudó en recurrir a las drogas y a los excesos de toda índole para mantener la escritura, solía ser generoso con los jóvenes y con sus amigos.
Las novelas y ensayos filosóficos de Sartre y Camus mantienen la tensión entre exceso y mesura que todas las grandes obras deben conservar; saben combinar el box y el futbol, la vida y la palabra, el caos y el orden.