La memoria me resulta complicada

19/07/2015 - 12:03 am

Escribir un libro de memorias constituye probablemente un acto de profundo narcisismo. Sobre todo si ese libro, si esas memorias, se refieren a la vida y obra de aquellos músicos que como Neil Young, Frank Zappa, Johnny Rotten, Pete Townshend, construyeron gran parte del mito de nuestra juventud.

Aceptando, además, que vivir –aunque esto suene exagerado- consista en ser joven y luego recordarlo, pero ese es ya otro tema.

Una canción preciosa del artista argentino Luis Alberto Spinetta dice en una de sus líneas aquello tan evocador de “La memoria me resulta complicada, no me acuerdo ni de las cosas que leí”. El tema se llama “La búsqueda de la estrella” y aparece en el disco del Flaco editado en 1971 con el título Spinettalandia y sus amigos.

La letra, sobre todo esa línea entre otras definitivas y transformadoras que tiene la canción –una constante en la obra de Luis- por caso aquella que dice “después de todo tú eres tu única muralla, si no te saltas nunca darás un solo paso”, vino a mí en forma espontánea hace unos días.

Parecía un mantra, pero en realidad era el testimonio de un recuerdo desordenado. Me acordaba la línea de la canción, pero no su título, ni el disco, ni si el Flaco la había hecho con Pescado Rabioso o con Almendra.

Curiosamente, conmovedoramente, una persona que amo y que está lejos también había amanecido tarareando esa línea de la canción: “La memoria me resulta complicada…”, sin recordar más datos de la misma.

La memoria, la búsqueda de la memoria, puede construir entonces la senda espiritual por medio de la cual te sientes irremediablemente unido a alguien con la fuerza de una fugaz eternidad.

Ya lo dijo el gran Vinicius de Moraes en su “Soneto de la fidelidad”

Y …cuando, después, venga y me busque

Tal vez la muerte, angustia de quien vive

Tal vez la soledad, fin de quien ama

Pueda decirme del amor (que tuve)

que no sea inmortal puesto que es llama

pero sea infinito mientras dure

Aun cuando no conozcas nada del idioma portugués, no te pierdas el recitado de Vinicius pegado al tema “Eu sei que vou te amar” que interpretan María Creuza y Toquinho en una grabación de 1958, pero ese es otro tema.

Esa memoria que nos resulta complicada y que alude a una eternidad efímera, suenen como suenen juntos esos dos conceptos contradictorios, es la base de nuestra existencia.

Vivir el aquí y el ahora, el tiempo presente, no quedarse anclado en el pasado, son propósitos nobles, positivos, pero ningún sentido tendrían sin el recuerdo que se va cimentando en paralelo.

Quizás vivimos para recordar. Pienso en ello a raíz de los libros que me ha tocado leer y reseñar en días recientes, por caso la autobiografía de Pete Townshend, el líder de The Who, que narra su primer encuentro con Roger Daltrey, la primera audición que dio Keith Moon cuando buscaban baterista, cómo casi estuvo por quedar fuera de la agrupación pues los representantes no lo querían por feo y cómo luego se convirtió en el símbolo de la banda, a pesar de que como él mismo acepta “mis compañeros eran los guapos”.

O cuando Neil Young caminaba por las calles de Nueva York, sonó su teléfono celular y al otro lado estaba Bob Dylan. No puedo dejar de imaginarme la escena, evocarla una y otra vez como si yo la hubiera vivido o protagonizado.

Los dos tipos más importantes de la canción contemporánea hablando del sombrero de uno –de Neil-, una conversación que le hace decir al canadiense: “el hombre es su ropa” y destacar al mismo tiempo lo emocionante que resulta que te llame Bob para decirte lo mucho que le gustó tu actuación televisiva. Aunque seas Neil Young, nada más ni nada menos, siempre Dylan será Dylan, el padre de todos, pero ese es otro tema.

Tal vez el narcicismo esté subvalorado, pienso. Alude a cierta moral judeocristiana de la culpa por preocuparse demasiado por uno mismo, lo que en términos de una existencia ideal que acepta lo colectivo, lo gregario, como el paraíso a obtener en la tierra, implica un pecado mortal.

Sin embargo, la narración de la vida individual es de hecho más reveladora y nutritiva que aquellas gestas donde un grupo adopta la cara anónima del conjunto para clavar un estandarte en un promontorio y con ello “hacer historia”.

Son significados que se contraponen, siento: historia y memoria. Parecen hermanos, pero en el fondo son enemigos.

La memoria siempre es más complicada, más sutil y por tanto más inabarcable que la historia.

Como sucede en un mapa: líneas metafóricas que te indican un destino efímero, sin la posibilidad de contener ese perfume que llega a ti cuando cierras los ojos y te trasladas a esa vieja estación de tren donde te sentabas a esperarlo y él llegaba con sus ojos negros, negrísimos, y sonreía como de costado, pero ese es otro tema, claro.

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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