Author image

Alma Delia Murillo

19/07/2014 - 12:02 am

Infanticidio

Es común que los niños actúen el síntoma de la enfermedad que los padres no han resuelto en diferentes aspectos de su vida, sobre todo a nivel emocional. Frecuentemente las parejas deciden llevar a su hijo o hija a terapia porque han concluido que tiene un problema para comunicarse cuando en realidad quienes no pueden […]

Alberto Alcocer beco Bcocom
Alberto Alcocer beco B3cocom

Es común que los niños actúen el síntoma de la enfermedad que los padres no han resuelto en diferentes aspectos de su vida, sobre todo a nivel emocional.

Frecuentemente las parejas deciden llevar a su hijo o hija a terapia porque han concluido que tiene un problema para comunicarse cuando en realidad quienes no pueden comunicarse entre sí, son los padres.

Ocurre de esta manera porque somos la especie de mamíferos más lenta en madurar en todos los aspectos, los niños funden su identidad emocional con la de los padres y por eso “ejecutan” aquello que los padres están evadiendo: lo mismo si se trata de frustración que de violencia, depresión, ansiedad, trastornos alimenticios, falta de límites, infidelidades o lo que en la increíble lista de características de las relaciones humanas pueda incluirse.

Así que con menos defensas racionales los niños actúan instintivamente aquello que registra su mapa de sentimientos en el núcleo familiar.

Cuando pienso en esto me pregunto qué querrá decir de nuestra sociedad “adulta” lo que está pasando con los niños mexicanos. Y me parece que el mensaje que estamos ignorando es tremendo.

No me interesa promover el linchamiento hacia ningún lado, no me voy a poner a vociferar que el Estado no ha hecho su trabajo porque es obvio, tampoco jugaré a la adivina para determinar si “Mamá Rosa”, la mujer michoacana a cargo del albergue La Gran Familia es culpable de todo lo que se le imputa.

Pero creo que estamos obligados a hacernos la pregunta, ¿qué revela de este país el hecho de nos estén reventando en la cara tantos fenómenos patológicos asociados a los niños?

El asunto de doña Rosa es sólo una de todas las alarmas que se han ido encendiendo como en un ruta explosiva bien trazada.

¿Cuántos niños quedaron huérfanos como resultado de las más de setenta mil muertes en la guerra contra el narco?, ¿dónde están?, ¿quién se hizo y se hará cargo de ellos?

¿Y los niños migrantes que viajan solos en el tren de la muerte para cruzar la frontera y sufren accidentes, son abusados sexualmente o secuestrados en el camino? Hay estadísticas de hasta quince mil niños por año en estas condiciones que buscan atravesar territorio mexicano para llegar a Estados Unidos a casa de un tío o pariente lejano que los está esperando del otro lado. Muchos de estos niños nunca llegan a su destino.

Y aunque los dolorosos fenómenos a los que me he referido parecen implicar solamente a aquellos cuyas carencias materiales los han obligado a abandonar sus países, y aunque ya sabemos que el sesgo de clase es el alimento del cíclope gigante que suele elegir a sus víctimas entre los más vulnerables, realmente creo que lo que está pasando con la niñez va más allá de un fenómeno de clase.

Porque ni la obesidad ni el bulllying son exclusivos de un segmento social o el otro, de hecho los casos más brutales se registran entre las clases media y media alta: pareciera que cuando hay más recursos, la violencia se vuelve más sofisticada.

Y por bullying entendemos golpear a un compañero hasta matarlo, drogarlo hasta la intoxicación, abusar sexualmente de él o ella, grabar un video con el Smartphone para exhibir la humillación públicamente. Hay una cantidad de casos, fotos y videos en la red que pueden resultar insoportables.

El bullying está presente en todas las clases sociales. Y no, no se los cuento con morbo, sino con horror.

Les cuento otra cosa aunque tal vez ya la sepan, ha repuntado la tendencia de suicidio digital entre los niños y adolescentes a través de su cuenta de Facebook.

Empiezan publicando las razones para “suicidarse”, después abren foros sobre los mejores métodos de suicido y evalúan las diferentes alternativas para finalmente consumar, de forma virtual, su deseo.

Pareciera que ese suicidio digital es una manera de decir “mírame, aquí estoy”.

Ya sé que en la adolescencia se gesta un cambio de identidad y que para llegar a él hace falta una muerte síquica, una separación radical de los padres pero sería de una necedad rampante negar que detrás de ese fenómeno hay algo más que hormonas efervescentes.

Entre obesidad, soledad, violencia y muerte, por ahí navegan muchos niños mexicanos.

Qué desesperanza siento cuando se insiste en reducir estas tragedias a “daños colaterales” de la guerra contra el narco y se tratan de contrarrestar con estadísticas exitosas deslumbrantes. Es perverso, las vidas no pueden contarse como moneda de cambio como si de una relación costo-beneficio se tratara.

Vuelvo a pensar en nosotros como especie, en esa doble naturaleza mezcla de animalidad y humanidad que nos hace tan extraordinarios y contradictorios.

Los otros mamíferos asumen a los machos y hembras adultos como responsables del desarrollo de las crías y cuando cometen infanticidio suele ser por razones de estricta evolución y sobrevivencia: una malformación, una debilidad que arriesga a la manada, escasez de alimentos… ocurre entre leones, elefantes, simios y otros animales. ¿Pero entre nosotros, los más “evolucionados”, por qué sucede esto?

No dejo de preguntarme si los niños mexicanos estarían viviendo circunstancias diferentes si tuviéramos empresarios filántropos en lugar de empresarios voraces, si el hombre más rico del mundo que hoy es mexicano, sumara sus recursos de manera significativa.

Si tuviéramos estadistas en lugar de políticos ladrones y corruptos.

Si quienes lo son, fueran padres y madres antes que pretender ser amigos. Ódienme pero es evidente que los niños están pidiendo contención y límites.

Pero sobre todo si nosotros, ustedes y yo, nos hiciéramos responsables y nos hiciéramos adultos, si fuéramos de verdad una sociedad y marcháramos en las calles por la iniciativa de ley para proteger a los niños migrantes no acompañados que está desde hace casi un año en el congelador y no sólo por llevar el maltrato animal al código penal, con perdón de todos las personas pet friendly que nada perderían con volverse también human friendly.

Hace unas semanas leí esta frase que creo que hoy puede apuntar con todo su filo hacia México: “Un país se destaca no únicamente por lo que hace sino también por lo que es capaz de tolerar”, Kurt Tucholski

E insistiré con esto mientras pueda porque lo cierto es que cada vez tenemos más medios pero menos mensajes trascendentes, vitales. Cada vez más causas pulverizadas y menos sensibilidad humana, más ideologías y menos idea de quiénes somos y para dónde vamos.

No creo en la inocencia infantil a priori porque estoy convencida de que los seres humanos nunca fuimos inocentes pero estos niños están pagando con su vida, con sangre, con sexo, con pedazos mutilados de su cuerpo y su futuro masacrado una deuda que no les corresponde.

Y no puedo dejar de señalarlo porque el arma masiva más eficiente para los genocidios a lo largo de la historia de la humanidad ha sido siempre la misma: la indiferencia.

Y porque me parece que de continuar así, como sociedad estaremos cada vez más enfermos, pero como especie, y lo digo sin exagerar, estaremos perdidos.

P.D. 1 Les debo una disculpa por mi ausencia en este espacio la semana pasada, se me atravesó la vida y cuando la vida se atraviesa: ni con grúa.

P.D. 2 No beban sin mí, traidores.

 

@AlmaDeliaMC

author avatar
Alma Delia Murillo
author avatar
Alma Delia Murillo
en Sinembargo al Aire

Opinión

más leídas

más leídas