El italiano Antonio Stradivari fabricó más de un millar de instrumentos de cuerda, principalmente violines, violas y violonchelos, con unas cualidades sonoras inimitables. Los estudios que han tratado de desvelar el secreto de su singularidad han dado lugar a diferentes hipótesis que achacan sus peculiaridades a factores como el clima de la época o tratamientos químicos que el artesano aplicaba a la madera.
Por Lucía Caballero
Ciudad de México, 19 de junio (SinEmbargo/eldiario.es).- El fenómeno ‘maker’ también ha llegado a la música. Algunos ingenieros, expertos o aficionados a la impresión 3D diseñan instrumentos que luego reproducen en sus máquinas, ya sea para venderlos o compartir los archivos en internet con licencias Creative Commons. De guitarras y violines eléctricos a ukeleles y saxofones: el abanico de posibilidades crece en número y variedad gracias a la tecnología.
El italiano Antonio Stradivari fabricó más de un millar de instrumentos de cuerda, principalmente violines, violas y violonchelos, con unas cualidades sonoras inimitables. Los estudios que han tratado de desvelar el secreto de su singularidad han dado lugar a diferentes hipótesis que achacan sus peculiaridades a factores como el clima de la época o tratamientos químicos que el artesano aplicaba a la madera.
Hoy, varios siglos después de la muerte del famoso lutier, otro instrumento le rinde pleitesía llevando parte de su apellido, aunque con un toque de modernidad como avanzadilla: los creadores del 3Dvarius aseguran haber basado su diseño en la estructura de los Stradivarius originales.
Se trata sin embargo de un violín eléctrico que poco o nada tiene que ver con las obras del italiano. Sus creadores lo han desprovisto de curvas para dejar tan solo un esqueleto sobre el que se fijan las cuerdas. “Lo hemos reducido a las partes más importantes”, explica a HojaDeRouter.com Géraldine Puel, una de las responsables del artilugio junto con el músico e ingeniero Laurent Bernadac. El dúo francés ha lanzado recientemente una campaña en Kickstarter para darle un empujoncito económico a su idea y permitir a los interesados contribuir a la causa.
“Laurent lo diseñó porque no le gustaba el sonido de sus violines eléctricos. El 3Dvarius tiene un espectro de audio diferente y produce un sonido más grave”, indica Puel. Los planos, desarrollados por ordenador, se materializan mediante una impresora 3D de estereolitografía o fabricación óptica.
Los ingenieros tardan un día en reproducir el instrumento en una sola pieza que luego recibe diferentes tratamientos para afinar el acabado. “Las señales de sonido viajan libremente porque no hay junturas que provoquen resonancia”, explica la francesa.
“Las nuevas tecnologías, como la impresión 3D, facilitan la creación de nuevos instrumentos”, asegura Puel. Efectivamente, el 3Dvarius es solo un ejemplo de la variedad de artilugios musicales concebidos digitalmente por una nueva ola de lutieres.
Según Olaf Diegel, un ingeniero neozelandés que fabrica guitarras eléctricas personalizadas impresas en tres dimensiones, esta tecnología ofrece dos ventajas principales. Por una parte, “no importa cómo de complejas sean las formas», asegura. » Te permite producir geometrías increíbles que no serían posibles con los métodos de fabricación tradicionales».
Por otro lado, “es fácil personalizar el instrumento para adaptarlo al músico». Como todo el planeamiento se realiza por ordenador, “no cuesta nada modificar el diseño para satisfacer sus preferencias”, añade. No obstante, Diegel advierte que la impresión 3D todavía es cara y solo merece la pena cuando el resultado no pueda conseguirse de otra forma.
Además de la estructura impresa, sus guitarras tienen un esqueleto interno de madera que une el mástil y el cuerpo, con lo que “si eliminas el armazón, te queda un instrumento de madera completo, aunque con un cuerpo muy pequeño”, explica.
El ingeniero materializa los archivos con una impresora de sinterizado selectivo por láser y utiliza materiales como el nailon y el aluminio. “Todos los cuerpos se reproducen en una sola pieza”, aclara. Aparte de guitarras (su producto estrella), también ha fabricado saxofones, bateríasy bonitas carcasas para teclados.
“Creo que la impresión 3D es solo una herramienta más que también pueden utilizar los lutieres tradicionales”, comenta Diegel. No cree que las nuevas técnicas vayan a desbancar a los métodos más antiguos, sino que representan un complemento o una alternativa. “Es como las máquinas de control numérico que muchos fabricantes utilizan para sustituir al moldeado manual”.
Puel alude además a un género donde no pueden competir con el trabajo artesanal, al menos de momento: “Las técnicas de impresión actuales no permiten obtener la misma calidad sonora y resonancia que los instrumentos de madera”.
“Hasta ahora he producido 68 guitarras y he vendido 58 a músicos”, presume el neozelandés. Asegura que, aunque algunos artistas se muestran reticentes al principio, acaban “enamorándose” de sus creaciones. Aunque de poco sirve el amor sin una cartera bien provista. La originalidad y belleza de los 3DVarius y las creaciones de Diegel no están al alcance de cualquiera: los primeros cuestan 6.299 euros en Kickstarter −su precio final rondará los 6.990− y las guitarras de Diegel valen entre 3.000 y 4.000 dólares (2.636 y 3.516 euros), dependiendo del modelo.
INSTRUMENTOS MUSICALES «CREATIVE COMMONS»
Existen opciones más baratas y sencillas para quienes disponen de ciertos conocimientos técnicos y tienen acceso a una impresora 3D. Internet es una biblioteca de contenido libre, descargable y reutilizable; y en sus estanterías también pueden encontrarse archivos de índole musical.
Un ejemplo es Hovalin, un violín ‘open source’ creado por un matrimonio, Kaitlyn y Matt Hova. Ambos son desarrolladores, aunque ella se dedica también a la neurociencia y él se ha formado en ingeniería. Aparte de los diseños, en la web de su proyecto están disponibles las piezas ya impresas o el violín completo por si alguien no tiene una máquina o, simplemente, prefiere comprarlo.
Arrancaron su proyecto en 2014, después de ver una fotografía publicada en el Instagram de Autodesk que mostraba a David Perry (otro ingeniero amante de la música) tocando el F-F-Fiddle, un violín Creative Commons impreso en 3D que les sirvió de inspiración y base para producir su propio modelo.
El F-F-Fiddle ha sido concebido para que todas sus piezas puedan imprimirse con equipos caseros. Perry tardó unos tres meses en diseñar el prototipo con ‘software’ de Autodesk. “Está basado en las dimensiones de un violín eléctrico y todos los datos están guardados en un archivo con formato CAD”, explica el ingeniero, responsable del proyecto OpenFab PDX, desde donde asesora a sus clientes para que puedan entender y utilizar tecnología de diseño y fabricación.
«Tuve que decidir entre crear el mejor violín o el más fácil de construir y modificar por otras personas», indica Perry. Finalmente, se decantó por la segunda opción. Por eso «todavía hay mucho trabajo que hacer para perfeccionar el instrumento y conseguir que produzca un sonido más refinado», señala.
Por su parte, los Hova trabajan en una versión 3.0 del instrumento e invitan a todo aquel que quiera ayudarles a mejorar el diseño. Uno de sus objetivos es desarrollar ejemplares más pequeños que puedan utilizarse en las clases de música de los colegios.
En la página Thingiverse, uno de los pasillos de la inmensa biblioteca virtual, pueden encontrarse otros muchos ejemplos de instrumentos musicales Creative Commons: el banjolele (combinación de un banjo y un ukelele), ocarinas,trompetas y flautas, además de boquillas y otras piezas. Como bien asegura Diegel, “la impresión 3D permite a las personas desarrollar su creatividad y explorar sus ideas sin limitaciones”.
Aunque no solo las impresoras 3D sirven para convertir los conceptos en realidad. Óscar Martínez, un ingeniero español que trabaja en el Instituto de Física de Altas Energías, es el responsable de Rockin Tech Projects. Bajo esta nombre engloba los distintos instrumentos que ha creado utilizando placas de Arduino y controladores Teensy: los ‘pantdrums’ son una batería electrónica “vestible” de bajo coste que presentó en la Mini Maker’s Faire de Barcelona en 2014, y el ‘unostring’, un bajo electrónico de una cuerda.
A diferencia de los violines del artesano italiano, las creaciones de todos estos ingenieros no tienen secretos para la comunidad. Quizá no sean unos Stradivari del siglo XIX, pero disponen de las herramientas para convertirse en unos lutieres tecnológicos de primera fila.