Perdido en Nueva York

17/10/2015 - 12:03 am

El 23 de noviembre de 2009, una peculiar nota publicada en The New York Times, daba cuenta de la extraordinaria aventura de un adolescente con el síndrome de Asperger que había estado extraviado por 11 días en el subterráneo neoyorkino. Se trataba de Francisco Hernández Jr., quien vagó por las líneas del metro por temor a una reprimenda en casa. Provisto de una tarjeta de transporte, diez dólares y una bolsa con libros, desconectó su celular y buscó refugio entre el anonimato de los vagones. La muchedumbre se desplazaba de un punto a otro de la ciudad indiferente ante la desdicha del joven.

Esa indolencia colectiva ante el pesar humano es lo que inspiró al cineasta estadounidense Sam Fleischner a retomar la vivencia en: No se recargue en las puertas (Stand clear of the closing doors, 2013), filme que sigue al joven autista Ricky (Jesús Sánchez-Vélez) en una singular odisea personal. Desde el título ya se nos plantea la ausencia de un punto de apoyo, perdido entre la multitud que a diario se transporta en la urbe de hierro. Intenta regresar solo a casa una vez que su hermana lo ha abandonado al salir de la escuela. Por varios días, acompañaremos a Ricky en su travesía entre mares de indiferencia ante su tragedia y desamparo.

Conforme pasan las horas, el cansancio, el frío y el hambre se convierten en compañeros de viaje para un inmutable Ricky situado en medio del caos, la indiferencia y la hostilidad. A la par se perfilan otros mundos: su situación de inmigrante al pertenecer a una familia de latinos indocumentados asentados en Queens. La separación emocional de sus padres: una trabajadora doméstica, Mariana (Andrea Suarez) y un obrero, Ricardo (Tenoch Huerta), quienes apenas se ven tras exhaustivas jornadas en busca de dólares. Una hermana adolescente, Carla (Azul Zorrilla), agobiada por la responsabilidad que significa cuidar a un hermano autista y los remordimientos que la aquejan. Todos ellos en el centro de un huracán, textual: el arribo del ciclón Sandy.

En su particular universo, Ricky se fascina entre las luces de colores que se reflejan en las puertas, en los letreros del subterráneo, la repetida advertencia sonora de no recargarse en las puertas y en una imagen recurrente que parece guiarlo en su singular periplo. Incluso, en un momento, en el ir y venir de miles de pares de zapatos, él se asume en la fantasía de convertirse en un par de tenis.

Durante días, parientes, amigos y autoridades andaban tras la pista de este viajero silencioso sin noción del tiempo. El protagonista del filme apenas entra en contacto humano y la cámara subjetiva nos delimita ciertas fronteras de su perspectiva hacia los otros pasajeros. Dimensiones humanas ajenas, tanto a él como a nosotros.

El realizador, quien estudió cine en la Universidad de Wesleyan, ya había codirigido con su compañero de estudios, Ben Chace, el largometraje Wah do dem (2009), sobre un adolescente que se embarca en un crucero tras un rompimiento sentimental. Por lo visto, para el cineasta en ciernes, los viajes podrían marcar su futura filmografía.

No se recargue en las puertas se hizo acreedora en el 2013 al Premio Especial del Jurado, tanto en el Festival de Cine de Tribeca como en el de Cine Estadounidense en Deauville, Francia. La película formó parte del festival Distrital y de la edición 35 del Foro Internacional de la Cineteca. Ya debutó en cartelera, en pocos recintos como Cineteca y La Casa del Cine. Acepten la expedición, acompañen a una familia en su angustiosa búsqueda con un destino esperanzador: reencontrarse como personas, pareja y familia en un filme de encuentros y extravíos.

Rosalina Piñera
Periodista egresada de la UNAM. En su pesquisa sobre el cine ha recorrido radio, televisión y publicaciones como El Universal. Fue titular del programa Música de fondo en Código DF Radio y, actualmente, conduce Cine Congreso en el Canal del Congreso.
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