La IAAF ya suspendió a una buena parte de la cúpula de la Federación keniana. La batalla contra el dopaje, no obstante, no es responsabilidad exclusiva de la Federación de Kenia. Sólo cinco de los 38 atletas suspendidos vivía en ese país, el resto residía y competía afuera.
NEWPORT, Kentucky, EU, 31 de marzo (AP) — Había corredores de todos los tamaños, formas y edades, de cinco a 99 años. El festejo del 4 de julio, Día de la Independencia de Estados Unidos, incluyó una carrera en las que los participantes lucían camisetas, pantalones y cintas en la cabeza con la bandera del país. Para los competidores, la corrida de 5 kilómetros por una destilería de whiskey de Kentucky, en la que se recaudaban fondos para los fuegos artificiales de la noche, era una diversión.
Para un grupo de kenianos en muy buena forma, era un negocio.
Los corredores todavía trataban de recuperar el aliento tras la prueba Great Buffalo Chase del 2015 cuando Lilian Mariita subió al podio, feliz con los 2 mil 500 dólares que acababa de ganar. Pero su vida de trotamundos que compite en pruebas pequeñas por todo el país y le permite enviar dinero a su familia en una polvorienta aldea de Kenia, estaba a punto de desmoronarse.
La Agencia Antidopaje Estadounidense normalmente no hace controles en corridas como la de Frankfort. Pero esta vez sus agentes estaban esperando a Mariita. Alguien los había alertado de que podían encontrar algo.
Los exámenes detectaron esteroides en las muestras de orina de la corredora, que fue suspendida por ocho años. A los 27 años, su carrera se había acabado y debía regresar a Nyaramba, el pueblito de la zona occidental de Kenia del que se había ido en el 2011 para competir en Estados Unidos.
«Dependía de este dinero. No sé qué será de mí ahora», expresó Mariita en una entrevista en la modesta vivienda que se construyó con el dinero ganado en Estados Unidos.
«¿Qué haré ahora? ¿Qué voy a comer?», preguntó entre sollozos, con su hija de dos años, nacida en Kentucky, a su lado.
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La Federación Internacional de Atletismo (conocida por sus siglas en inglés, IAAF), tiene ahora en la mira a la agente de Mariita, Larisa Mikhaylova, y a los kenianos y etíopes cuyas carreras maneja desde Kentucky.
El modelo de negocios de Mikhaylova es sencillo: a cambio de una participación en las ganancias, inscribe a los corredores en pruebas pequeñas a lo largo y ancho del país, que pueden ganar y llevarse algunos dólares. Son pruebas que generalmente no tienen dinero para realizar controles antidopaje.
Sus corredores han ganado numerosas carreras y los análisis antidopaje de varios de ellos han dado positivo, casi siempre en México. En una entrevista con Associated Press, Mikhaylova aseguró que ella no ha cometido irregularidad alguna y que inscribe a los corredores sólo en pruebas de Estados Unidos. Cuando compiten en México, lo hacen por su cuenta. De todos modos, muchos directores de carreras dijeron a la AP que no aceptan corredores dirigidos por ella. Tres kenianos que trabajaban con ella dieron positivo desde el 2012.
Por John Leicester y Eddie Pells
«Estamos trabajando con la agencia antidopaje en ella y en ese grupo en particular», dijo Kyle Barber, coordinador de los análisis fuera de competencia. «El objetivo es hacer que deje de trabajar, que no siga involucrada con el deporte».
Jynocel Basweti, el padre de la hija de Mariita, dio positivo en un maratón corrido en México en el que se le detectó un esteroide usado en una medicina para animales. A Nixon Kiplagat Cherutich se le detectó un derivado del esteroide nandrolone, también en México. Y a Mariita la pillaron dos veces con sustancias prohibidas, una en México y otra en Frankfort, Kentucky, en un lapso de ocho meses.
Sus casos reflejan un poco la crisis del atletismo keniano, que ganó 11 medallas en los Juegos Olímpicos de Londres en el 2012 pero desde entonces le han suspendido 40 corredores por violaciones relacionadas con el dopaje.
La respuesta de las autoridades del atletismo keniano no ha sido satisfactoria y la Agencia Mundial Antidopaje le ha dado hasta el martes de la semana que viene para acatar los lineamientos internacionales para combatir el dopaje. Si no lo hace, sus atletas podrían ser suspendidos, como los rusos.
La IAAF ya suspendió a una buena parte de la cúpula de la Federación keniana. La batalla contra el dopaje, no obstante, no es responsabilidad exclusiva de la Federación de Kenia. Sólo cinco de los 38 atletas suspendidos vivía en ese país, el resto residía y competía afuera.
La cultura del dopaje parece haber prendido fuerte en corredores de segundo y tercer nivel, que corren sobre todo en el exterior, no se someten a controles regulares y no van a competir en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. La IAAF dice que está investigando otros grupos de corredores que compiten en Estados Unidos y México, y que está trabajando para hacer que los controles en este último país sean más efectivos.
Hay agentes que «viajan a Kenia para reclutar atletas» e inscribirlos en pruebas en las que casi no hay controles, expresó Barber.
«Sabemos que los están explotando. Estamos identificando esos grupos. Hemos detectado patrones», declaró a AP. «La gente que maneja estas operaciones sabe lo que hace. Lo planifican todo cuidadosamente».
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Mikhaylova negó a la AP suministrar drogas a sus corredores. Dice que simplemente los recluta, los inscribe en carreras que cree pueden ganar, se ocupa de sus necesidades diarias y cobra un 15 por ciento de sus premios.
Maneja su operación desde una casa de dos pisos en un barrio humilde de Newport, Kentucky, no muy lejos de Cincinnati.
Los corredores le pagan a Mikhaylova 10 dólares la noche, que se deducen de sus premios. Se quedan uno o dos meses y regresan a Kenia o se van a México a entrenarse. Generalmente hay tres o cuatro a la vez, rotándose.
Dicen que Mikhaylova, de 46 años y campeona europea de los 800 metros en 1998, los ayuda con las inscripciones, las visas y las compras. Aseguran que nunca les propuso usar sustancias prohibidas. La entrenadora rusa a menudo los lleva en su auto a las carreras, pruebas de 5 y 10 kilómetros, medio maratones y maratones.
Si no ganan, ella misma puede salir perdiendo. «Es un negocio duro», comenta.
Y agotador. Sus atletas a menudo se inscriben en muchas pruebas para tratar de ganar más dinero. En el 2014, Mariita participó en 24 carreras en 13 estados. A veces corrió en días consecutivos.
Ese año ganó 24 mil dólares, más de lo que percibe el 99 por ciento de los kenianos.
Mikhaylova se ocupaba de todo. «Ella elegía el día y nos decía ‘esta semana corremos aquí’. Yo no podía negarme», declaró Mariita. «Nos llevaba a las pruebas. No sabíamos a dónde íbamos, sólo que teníamos una carrera».
En abril del año pasado, Mariita ganó un medio maratón en Carmel, Indiane, en el que le sacó 10 minutos a la segunda. A esa altura ya no debía estar corriendo.
Diez días antes, en una carta del 8 de abril, la Federación keniana le informó que sus controles habían dado positivo tras la carrera de 10 kilómetros en Ecatepec, México. Le encontraron EPO, la misma sustancia que usó Lance Armstrong.
Mariita, no obstante, siguió corriendo y participó en nueve pruebas en ocho estados entre abril y agosto del 2015. En ninguna de ellas hubo controles antidopaje.
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Mariita dijo a AP que todos los días se tomaba tres pastillas rojas que le daba Mikhaylova. «Decía que eran multivitaminas», expresó. «Yo sólo sé que cuando te inyectas son cosas malas, si las tomas por la boca no».
Mikhaylova niega haberle dado pastillas de Mariita. Dice que sospecha que la atleta tomó algo en México.
Asegura que le preguntó si se dopaba y Mariita le dijo que no.
«‘Te aseguro que estoy limpia, estoy bien»’, le dijo. «Y yo le creí. Todos mis corredores asumen sus responsabilidades. Yo soy una agente. Mi trabajo es conseguirles carreras», manifestó.
Mariita, Basweti y Cherutich no son los únicos atletas de Mikhaylova que dieron positivo. También representó a Shitaye Gemechu, una etíope al que se le detectó la EPO en el 2099 y que fue suspendido por dos años, a la que inscribió en las carreras de 5 y 10 km en South Bend, Indiana, en junio pasado. El portal de Mikhaylova menciona asimismo al marroquí Aissa Dghoughi entre los atletas de la rusa. Dghoughi fue suspendido por tres años en el 2006 por escaparse de un control antidopaje en Suiza en el 2006.
Sin esperar los resultados de la investigación de la IAAF, muchos directores de carreras dijeron que no aceptarán las inscripciones de gente asociada con Mikhaylova.
Cuando intentó inscribir dos corredores en Monumental Mile, le enviaron una copia de su nueva política antidrogas, subrayando en amarillo la parte que dice que no aceptarán atletas representados por agentes que han tenido dos figuras suspendidas.
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De nuevo en la casa de Newport, Mikhaylova se encuentra con un grupo grande de atletas, incluido Peter Kemboi, un maratonista de 35 años.
Los atletas le dijeron a AP que nunca vieron drogas en lo de Mikhaylova y que temen que se los vea mal por estar asociados con ella.
Kemboi y otro corredor, Kennedy Kemei, dicen que conocieron a Mariita pero hablan de ella como si fuese una extraña.
«Esa mujer fue suspendida por doparse en México y Larisa no estaba allí», sostuvo Kemboi. «Ella (Mariita) actuaba por su cuenta».
Igual que la mayoría de los corredores que representa Mikhaylova, Kemboi vino a Estados Unidos en busca de ayuda. No encontraba nadie en quien confiar, hasta que alguien lo mandó a ver a la rusa.
«Ella corrió. Nos entiende», manifestó. «Cuando corres, te puede ir bien un día y mal al siguiente. No todo el mundo comprende eso».
Kemboi dijo que está dispuesto a someterse a controles en cualquier momento y en cualquier sitio.
«Está totalmente loco y no puede correr rápido», sostuvo Mikhaylova. Agregó que «cualquier aficionado estadounidense» puede hacer los timpos de Kemboi. «No puede ganar buen dinero con esos tiempos. Sólo puede correr maratones pequeños».
Y Mikhaylova puede encontrarlos.
En febrero Kemboi corrió maratones en tres fines de semana seguidos, dos en la Florida, uno en Mississippi.
Ganó en total mil 400 dólares.