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María Rivera

16/06/2021 - 12:03 am

De séptima dosis a auditorios sin ventilación

Hace quince días, querido lector, le dediqué esta columna a la indebida aplicación de la vacuna de Pfizer en la Alcaldía Cuauhtémoc, para el grupo de personas de 50 a 59 años, llevada a cabo la segunda semana de mayo.

Millones aún esperan las vacunas. Foto: Cuartoscuro.

Hace quince días, querido lector, le dediqué esta columna a la indebida aplicación de la vacuna de Pfizer en la Alcaldía Cuauhtémoc, para el grupo de personas de 50 a 59 años, llevada a cabo la segunda semana de mayo. En ella denuncié la cadena de contradicciones y francas mentiras que los funcionarios de la Ciudad de México dijeron en torno a la aplicación de siete dosis por vial de Pfizer, en lugar de las seis autorizadas por la farmacéutica, Cofepris y la Secretaría de Salud. Se puede consultar acá: https://www.sinembargo.mx/02-06-2021/3982973

De entonces a la fecha, la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum se ha negado a responder y aclararnos qué fue lo que realmente ocurrió para que pudieran extraer siete dosis, completas y exactas, para más de setenta mil personas.  Esto es imposible de lograr, sencillamente, sin diluir de más el vial, sin juntar remanentes o sin disminuir los 0.3 mL que cada persona debía recibir.

O sea, seguimos en las mismas, no sabemos qué fue realmente lo que hicieron y no parece que se haya hecho ninguna investigación formal de los hechos. Lejos de ello, la cadena de mentiras ha llegado hasta la Secretaría de Salud y el subsecretario López Gatell, quien sin el menor pudor dijo la semana pasada, antes de dar por finalizadas las conferencias vespertinas, que era falso que se hubiesen aplicado siete dosis en Cuauhtémoc. Presentó los hechos, ya reconocidos por la secretaria de Salud de la Ciudad de México, Olivia López Arellano, como “desinformaciones” mal intencionadas, esparcidas por el ex presidente Calderón. Así, como lo oye. Aprovechó, también, para curarse en salud y dejarle muy claro al auditorio que las únicas dosis autorizadas eran seis, a partir de que Pfizer autorizara extraer una sola dosis más (antes eran cinco) con jeringas ahorradoras o de bajo volumen muerto.

Esto, por supuesto, enrarece aún más el asunto, querido lector, porque si la Secretaría de Salud no lo ordenó, ni lo autorizó, y hasta lo ignoraba, significaría que el gobierno de la Ciudad de México lo hizo a espaldas de la Secretaría de Salud y sabiendo que era del todo incorrecto. Lo extraño, cuando no bizarro, es que el propio subsecretario López Gatell se vacunó en la Primaria Benito Juárez, de la Alcaldía Cuauhtémoc, donde se aplicó la vacuna en grupos de siete personas, sistemáticamente ¿Lo habrá pasado por alto, la misma autoridad responsable del proceso no pudo percatarse de una cosa tan grave y evidente o sencillamente él también está mintiendo?

Pero el asunto no para ahí, porque hay denuncias en redes sociales de que en otros estados también aplicaron siete dosis en lugar de seis. Personas aseguran haber sido vacunadas con la vacuna de Pfizer, en grupos de siete personas, en Veracruz y Puebla, por ejemplo. Ante esto, el gobierno tendría ya que aclararnos qué es realmente lo que ha estado ocurriendo ¿la Secretaría de Salud federal dio la instrucción de mal aplicar la vacuna?

Es todo un galimatías de mentiras y verdades a medias, como puede ver. En medio de todo ello, finalmente, estos días se ha comenzado a aplicar la segunda dosis en Cuauhtémoc, a quienes fueron inadecuadamente inmunizados hace cinco semanas.

Le cuento mi experiencia, nuevamente, y con desasosiego. A diferencia de la primera (¿media, diluida, incompleta?) dosis que recibimos en la escuela primaria Benito Juárez, esta vez decidieron utilizar la unidad de Congresos del Centro Médico Nacional Siglo XXI del IMSS.

Lo primero que me sorprende es que lo que antes fue una logística impecable y segura, ahora es totalmente descuidada por quienes son los encargados de tomar datos antes de ser vacunados, e incluso, por quienes la diseñaron. También que, a diferencia de la anterior sede, que era en el exterior, al aire libre, éste es un espacio cerrado, sin ventilación.

Y digo sorprende, porque escogieron un auditorio para concentrar a las personas, sentarlas en butacas, con menos de metro y medio de distancia, y allí hacer las entrevistas para el llenado de las formas. Esto, por supuesto, produce que mucha gente esté hablando al mismo tiempo, sin sana distancia, con cubrebocas mal colocados, en un espacio cerrado, contaminando el aire con aerosoles: un gran riesgo, del todo innecesario.

En mi caso, además, la experiencia fue todavía más inquietante: la persona que llenaba mi forma, un muchacho que claramente no había recibido la capacitación suficiente, ni contaba con nadie allí que lo supervisara, se bajó el cubrebocas un rato para, aunque usted no lo crea, ¡comer papas fritas! Sí, estaba comiendo, en el auditorio y hablándonos a menos de un metro. Pero no solo eso: se encontraba muy molesto con el gobierno y despotricaba, voz en pecho, porque no le llevaban agua, porque trabajaba en exceso “desde las cuatro de la mañana” y todo “por siete mil pinches pesos”.

No, lector, no sabe lo que fue eso. Yo solo asentía, aterrorizada, me urgía que terminara el trámite y poder salir de allí corriendo. Hace más de un año que no piso un cine, ni un teatro… hasta hoy, que al gobierno de la ciudad le pareció pertinente exponernos. Puedo decir, con total enojo, y sin lugar a dudas, que esta vacunación fue mi “salida de riesgo” de la pandemia, obligada por autoridades negligentes.

Dos veces estuvimos en ese pequeño auditorio, sin ventilación, la primera para tomarnos datos, la segunda para esperar tras ser vacunados. En la segunda, no contentos con meternos allí, se les ocurrió ponernos unos animadores a bailar y generar que la gente gritara e hiciera ejercicio, en un espacio cerrado y retacado de personas. Desquiciado, el nivel de negligencia.

Le cuento, además, que gracias a la generosidad de ciudadanos que se dedican al asesoramiento para disminuir el riesgo de contagio en interiores, conseguí llevar un medidor de CO2. La medición más alta fue de 807 PPM (incluida la zona donde se aplican las inyecciones) lo que significa, según Julio Soto, experto en el tema, que esos niveles están por arriba de lo recomendado y ponen en riesgo a las personas, sobre todo si no se respeta el distanciamiento físico, se hace actividad física y si no portan todos cubrebocas ajustados, como efectivamente ocurrió ayer. Es urgente que alguien en el gobierno de Claudia Sheinbaum se ocupe de corregir rápidamente esta situación, evite poner en riesgo a las personas.

Hay que reconocer, también, que esta vez aplicaron correctamente la vacuna: fuimos inmunizados en grupos de seis personas, el vial fue correctamente diluido y recibimos la dosis adecuada, como debió ser la primera vez.

Termino apuntando aquí que, tras recibir la vacuna, me acerqué a la enfermera y le pedí ver el vial desechado, me lo mostró, muy amablemente, y me dijo, textualmente, “uy, no, ya con ese sobrante no sale ni una dosis”.

Cuando le pregunté cómo entonces le habrían hecho para extraerla completa la vacunación pasada, solo me contestó con un pausado y desconcertado silencio, rematado con un lacónico “no lo sé”.

No, ella no lo sabe, en efecto, pero téngalo por seguro, querido lector, varios funcionarios sí que lo saben.

María Rivera
María Rivera es poeta, ensayista, cocinera, polemista. Nació en la ciudad de México, en los años setenta, todavía bajo la dictadura perfecta. Defiende la causa feminista, la pacificación, y la libertad. También es promotora y maestra de poesía. Es autora de los libros de poesía Traslación de dominio (FETA 2000) Hay batallas (Joaquín Mortiz, 2005), Los muertos (Calygramma, 2011) Casa de los Heridos (Parentalia, 2017). Obtuvo en 2005 el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes.
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