Contaba hace unos días el escritor mexicano Jordi Soler, residente en Barcelona y de visita en nuestro país, que uno de los mejores libros que ha leído en los últimos tiempos es Peste & cólera, de Patrick Deville, editado por Anagrama.
Con gran ternura hacía referencia a la apariencia fantástica de un hombre que “es muy francés, fuma con rostro adusto y bebe con displicencia”, según el autor de la reciente El príncipe que fui (Penguin House Mondadori).
“Más allá de la estética”, su novela es fantástica, decía Soler a propósito de lo que en realidad se constituye como una narración literaria y biográfica acerca del suizo Alexandre Yersin, descubridor del bacilo de la peste y de la vacuna pertinente.
Prosa esplendorosa, de esas que alumbran desde las páginas y contagian con un influjo inevitable, dan vida a una historia que ha obtenido el Premio Femina y el de la FNAC, fue galardonado con el Prix des Prix 2012, elegido entre los ocho premios literarios franceses más importantes, en su segunda convocatoria (en la primera, en 2011, lo obtuvo Limónov, de Emmanuel Carrère).
De este libro del que ha dicho el español José Manuel Fajardo que tiene nombre de banda de rock, no se olvidará nunca el lector. Tomará contacto con una materia genuina en pos de narrar la gran aventura del conocimiento que desde tiempos inmemoriales ha emprendido la especie humana.
Un libro moderno y como tal lejos de las modas y tendencias. Un libro que no habla “de lo que hay que hablar”, ni cuenta “lo que pasa”, un libro que pone todas sus cartas sobre la mesa y nos guía hacia el tema que quiere tratar.
Como ha dicho Nicolas Ungemuth en Le Figaro: Para escribir una ficción tan atravesada por lo real, hace falta, sin ninguna duda, ser un escritor excepcional.
Y Patrick Deville, nacido el 14 de diciembre de 1957 en Saint-Brevin-les-Pins, Francia, es por cierto un escritor extraordinario al que los periodistas que lo han entrevistado describen como un “espectro elegante” con un sempiterno cigarrillo en la mano y al que no hay que perderle la pista.
“Se puede calcular que en total ochenta mil millones de seres humanos vivieron y murieron desde la aparición del Homo sapiens. Es poco. El cálculo es simple: si cada uno de nosotros escribiera aunque sea diez vidas en el transcurso de la propia, ninguna sería olvidada. Ninguna sería borrada. Cada una alcanzaría la posteridad, y sería justicia”, ha dicho.
Si eso no es fe en la escritura, ¿qué es?
