Ciudad de México, 10 de abril (SinEmbargo).- El nombre de dinosaurio más conocido de la historia (además del tiranosaurio) volvió a ser el centro de las preocupaciones de los científicos a pesar de que durante más de un siglo fuera despreciado. Hace un siglo, los paleontólogos decidieron que no existían las suficientes pruebas como para considerar al Brontosaurio como una especie única. Sin embargo, el examen reciente de miles de fósiles digitalizados lo acaba de devolver a su antiguo estatus.
Fue en 1903 cuando el «lagarto del trueno» fue considerado un apatosaurus más, perdiendo así su identidad propia. Aunque fue hasta 1974 que el nombre «Brontosaurus» no fue formalmente eliminado de los expedientes de la paleontología. Mientras tanto, el desprecio de los científicos no le impidió ser uno de los (literalmente) grandes protagonistas de la cultura pop, desde películas como El mundo perdido (1923) y dos versiones de King Kong (1933 y 2005), hasta series animadas como los Dinosaucers (Dinoplatívolos, en México) y los «dinobots» de los Transformers.
Es así que 70 millones de años después de su extinción y un siglo después de ser degradado de su categoría el brontosaurio vuelve del reino de los muertos, dicho esto desde un punto de vista taxonómico, según dio a conocer la revista PeerJ.
La investigación realizada por Emanuel Tschopp, Octavio Mateus, y Roger Benson (paleontólogos de Portugal y Reino Unido) proporciona ahora pruebas concluyentes de que el brontosaurio es distinto del apatosaurio y, por lo tanto, puede ser considerado de ahora en adelante (o hasta que un nuevo descubrimiento indique lo contrario) como un género único.
Brontosaurus makes a comeback… Maybe? pic.twitter.com/ezv98zTMnF
— Sarah Boessenecker (@tetrameryx) abril 7, 2015
«Las diferencias que encontramos entre brontosaurus y apatosaurus eran al menos tan numerosas como las de otros géneros estrechamente relacionados, y mucho más de las que normalmente se encuentran entre las especies», dijo Benson, experto de la Universidad de Oxford.
Finalmente, el regreso del brontosaurio como espécimen legítimo pone en evidencia, entre otras cosas, que la paleontología estuvo equivocada durante todo el siglo XX. Por otra parte, también demuestra que la ciencia en general, no es del todo infalible e irrefutable, e incluso puede ser hasta indecisa. Para demostrarlo, bastan unos cuantos ejemplos de yerros científicos.
FRAUDES, BROMAS Y CAMBIOS
1. A pesar de los avances tecnológicos, la astronomía está llena de incertidumbre. En 2006 Plutón fue degrado del club de los nueve planetas que orbitan el Sol. De esta manera, se le conoce desde entonces como «planeta enano»; una manera amigable para entrar a la «friendzone» astronómica. Las características de Plutón lo condenaron a esta nueva clasificación, por lo que los los casi 2 mil 500 científicos que participaron entonces en la reunión de la Unión Astronómica Internacional (IAU, por sus siglas en inglés) no vieron el mayor problema en ello. Sin embargo, sí resultó un poco incómodo para millones de personas que desde 1930 (fecha de su descubrimiento) fueron educados con la creencia de que el Sistema Solar estaba integrado por nueve mundos. Sin duda, fue un duro golpe para el romanticismo astral.
Por otra parte, a pesar de los esfuerzos de algunos miembros de la comunidad científica por reivindicar a Plutón y de que la polémica a favor del regreso del antiguo noveno planeta se prevea para la Asamblea General de la UAI de este año, todo parece indicar que tendrá que pasar un poco de tiempo más para que Plutón deje de ser el «patito feo» del Sistema Solar.
2. Dentro de la ciencia también hay quien se las gasta haciendo fraudes y quizás el más sonado es el del llamado «Hombre de Piltdown»,que hace cien años fuera anunciado como el descubrimiento del eslabón perdido del hombre y, cuarenta años después, resultara ser un engaño, producto de la mezcla de la mandíbula de un orangután, el diente suelto de un mono y el cráneo de un homínido.
Era 1912 y apenas se habían descubiertos fósiles humanos antiguos –ninguno de ellos en Inglaterra– por lo que el hallazgo del ejemplar en Piltdown (un pueblo de Sussex) resultó apasionante. No obstante durante las décadas siguientes fue visto con recelo hasta que, finalmente, el fraude paleontropológico atribuido a algunos de los hombres más famosos de la época –incluyendo al escritor Arthur Conan Doyle– fue puesto en evidencia en 1953.
3. Otro ejemplo fraudulento es el de un artículo publicado en la revista Nature, a principios de 2014 en el que se describía un método revolucionario, desarrollado por la doctora por Haruko Obokata, para producir células adultas pluripotentes (capaces de convertirse en cualquier tipo de tejido y consideradas el futuro de la medicina regenerativa), que consistía en someter células adultas a varios tipos de estrés. Sin embargo, luego de que miembros de la comunidad científica denunciaran la imposibilidad de replicar los resultados y el uso irregular de imágenes en los estudios, un comité determinó que Obokata falsificó y manipuló varias de esas imágenes.
El escándalo no paró ahí y, cuatro meses después, Yoshiki Sasai (coautor de la investigación) se quitó la vida, ahorcándose en el Instituto Riken, dejando antes una nota de suicidio sobre la mesa de su secretaria. Antes de su fallecimiento fue dado a conocer que Sasai, ante los hechos de falsificación, dijo que estaba «profundamente avergonzado» por los problemas de los trabajos científicos en cuestión.
4. Hay ocasiones en los que un torcido sentido el humor acompaña a los científicos. Así, en el siglo XVIII, el médico Johann Heinrich Cohausen publicó un tratado sobre la prolongación de la vida titulado Hermippus redivivus en el que incluía –además de otros secretos para la longevidad– un proceso mediante el cual la vida de una persona podía prolongarse con la ingesta de un elixir producido al recolectar en una botella el aliento de mujeres jóvenes.
El engaño, considerado como una de «Las siete de las más grandes farsas científicas por la revista New Scientist, fue admitido por Cohausen en las últimas páginas de la obra, diciendo que todo se trataba de una mera sátira, por lo que cualquiera de sus crédulos lectores no resultó engañado por mucho tiempo.
