Tenochtitlan, a 500 años: La historia de Gonzalo Guerrero, padre del mestizaje

13/08/2021 - 2:31 pm

El 13 de agosto se conmemoran en México 500 años de la caída de Tenochtitlán, la capital del Imperio Azteca. Fue un acontecimiento fundacional muy violento y doloroso, así como el inicio de tres siglos de dominación española. Así empezó la fusión física y cultural de europeos e indígenas, sin embargo, el primer mestizaje ocurrió 10 años antes de la derrota de los mexicas.

Por Marta Durán de Huerta

Francia, 13 de agosto (RFI).– En 1511, un barco español al mando de Pedro Valdivia regresaba de un viaje de exploración en el Caribe cuando lo sorprendió un huracán. El navío naufragó y ocho de sus tripulantes sobrevivieron y llegaron a las costas de lo que hoy es Quintana Roo, México. Eran los primeros europeos en llegar a la Rivera Maya.

ENCUENTRO DE DOS MUNDOS

Los indios cocome los encontraron y Pedro Valdivia, sin motivo, desenfundó la espada agrediéndolos. Valdivia y cuatro sobrevivientes fueron sacrificados a los dioses; los demás fueron hechos prisioneros. Dos de los náufragos lograron huir a la selva, pero fueron capturados por los guerreros del cacique de Xamanhá.

Se trataba del cura Jerónimo de Aguilar y del arcabucero Gonzalo de Aroza; fueron convertidos en esclavos y obligados a trabajar la tierra. De Aroza, que había luchado contra los morosen la Reconquista española, había decidido buscar fortuna en ultramar.

El religioso y el militar compartieron desventuras durante dos años hasta que De Aroza fue enviado con el cacique de Chactemal cuyos dominios se convirtieron en Chetumal, la capital de Quintana Roo, en la frontera con Belice. De Aroza y el cacique simpatizaron y se volvieron amigos, por lo que Gonzalo no escapó a pesar de haber tenido muchas oportunidades para ello.

En una ocasión Gonzalo y su amo cruzaban un río cuando un caimán atacó al cacique. De Aroza defendió a su señor y le salvó la vida. El mandatario agradecido le otorgó la libertad, pero el arcabucero prefirió quedarse en la comunidad maya en la que ya había pasado varios años. De Aroza tomó todas las costumbres mayas. Se enamoró y se casó con la princesa Zizal-Há, con quien tuvo cuatro hijos.

RESCATANDO AL SOLDADO DE AROZA

En 1519, Hernán Cortés llegó a la isla de Cozumel, frente a la península de Yucatán. Se topó con los mayas, pero no los agredió porque lo superaban en número. Ahí se enteró de que Jerónimo de Aguilar y Gonzalo de Aroza estaban vivos y eran esclavos.

Hernán Cortés y la Malinche se encuentran con Moctezuma II, el 8 de noviembre de 1519. Foto: WikimediaCommons.

Inmediatamente el peninsular formó una expedición para buscarlos y comprarlos. No lo hacía por razones humanitarias sino militares. Habían pasado ocho años del naufragio y seguramente los cautivos hablaban la lengua, conocían las costumbres y el territorio, por lo que serían de mucha ayuda en la conquista de los mayas.

Localizaron a Jerónimo de Aguilar y sus dueños lo dejaron ir en un gesto de caballerosidad. El cura lloraba de alegría y abrazaba a sus compatriotas bendiciéndolos en una lengua que era una mezcla de castellano y maya. De inmediato se puso a las órdenes de Cortés, se convirtió en guía y traductor de los conquistadores y salió en busca de Gonzalo de Aroza.

EL REENCUENTRO, UN DESEO

El encuentro entre Jerónimo de Aguilar, De Aroza y los mayas de Chactemal debió haber sido tan emotivo como desconcertante. Gonzalo tenía el cuerpo tatuado a la usanza maya. Se había hecho orejeras. Traía un tocado pero conservaba su abultada barba europea, que contrastaba con los maxilares desnudos de los lampiños indios. Sus ojos azules resaltaban con los colores de su atuendo.

Aguilar le entregó una carta escrita por Cortés en la que lo invitaba a unirse a su expedición de conquista. Según la crónica de Bernal Díaz del Castillo, Gonzalo de Aroza respondió: “Hermano Aguilar, yo soy casado y tengo tres hijos. Tienenme por cacique y capitán, cuando hay guerras, la cara tengo labrada, y horadadas las orejas que dirán de mí esos españoles, si me ven ir de este modo? Idos vos con Dios, que ya veis que estos mis hijitos son bonitos, y dadme por vida vuestra de esas cuentas verdes que traéis, para darles, y diré, que mis hermanos me las envían de mi tierra”.

CAMBIAR DE LENGUA Y DE LEALTADES

Los españoles partieron sin entender por qué De Aroza no se les unía. Su conocimiento del maya era indispensable para los conquistadores, sin embargo, otra persona serviría para este fin: Doña Marina, mejor conocida como La Malinche.

Cuando Cortés desembarcó en el Golfo de México, el cacique de Tabasco, en señal de paz, le regaló a Hernán Cortés varias mujeres, entre ellas, una joven princesa de la región limítrofe entre los nahuas y los mayas, por lo que la adolescente hablaba ambas lenguas. Ella era Malitzin, rebautizada por los conquistadores como Doña Marina. La joven tenía un talento espectacular para los idiomas y rápidamente aprendió “la castilla”. Junto con Jerónimo de Aguilar, Doña Marina fue intérprete de Cortés.

La Malinche, violada por Cortés antes de ser “regalada” a sus capitanes, dio a luz a Martín, engendrado por Cortés.

La Malinche junto a Hernán Cortés. Foto: WikimediaCommons.

LA DEFENSA MAYA

Apenas se alejaron los españoles, Gonzalo de Aroza se puso a organizar la defensa; en ese momento fue rebautizado por su pueblo adoptivo, Gonzalo Guerrero.

Sabía que sus paisanos regresarían, pero no a buscarlo sino a someter a los mayas; por tal razón les enseñó a no tenerle miedo a los caballos, a no tener piedad a los españoles porque ellos no la tuvieron, ni la tendrían, con sus adversarios.

Como soldado del Imperio Español, conocía las armas que traían los invasores, así como las formaciones militares que usaban, como la falange tebana y la castellana utilizadas durante la Reconquista.

DEFENSA HASTA EL ÚLTIMO ALIENTO

El 13 de agosto de 1521 cayó militarmente Tenochtitlán, la capital de los aztecas en manos de Cortés. En 1527 Francisco de Montejo cruzó el Atlántico para conquistar la península de Yucatán.

Gonzalo Guerrero y los mayas se defendieron hasta el último aliento. Murió en la batalla de Puerto Caballos, en lo que hoy es San Pedro Sula, en Honduras. El Gobernador Andrés de Cerezeda dio fe del suceso al día siguiente de la batalla, el 14 de agosto de 1536.

Quinientos años después, el arqueólogo yucateco Carlos Villanueva, encontró en Sevilla, en el Archivo de Indias, las cartas y documentos que hablaban de Gonzalo Guerrero como el “maldito traidor, apóstata que renegó de su patria, de su sangre, de su fe y negó a Cristo”. En México, Gonzalo Guerrero quedó como el padre del primer mestizaje, y por amor.

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