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Ricardo Ravelo

08/07/2022 - 12:04 am

Riviera Maya: La pista preferida del narco

Tan sólo en lo que va del año han sido incautadas ocho avionetas y sólo en cuatro de ellas halló droga.

Aseguramiento de avioneta con droga en León, Guanajuato.
«Los reportes oficiales dan cuenta de que el estado de Quintana Roo está convertido en una gran pista de aterrizaje del crimen organizado». Foto: Esteban Hernández, Cuartoscuro

El estado de Quintana Roo y su vecino Yucatán están convertidos en enormes pistas de aterrizaje para los aviones y avionetas con droga que provienen de Colombia y Venezuela. A base de cañonazos de dinero, los cárteles de Caborca –este liderado por José Gil Caro Quintero, “Don José”, sobrino de Rafael Caro Quintero –y de Jalisco Nueva Generación han logrado construir un andamiaje de complicidades que incluyen a altos funcionarios locales, de Aeronáutica Civil, policías estatales e incluso militares que sirven al crimen para permitir que los aviones con cocaína aterricen sin mayores complicaciones en el Caribe mexicano. Tan sólo en lo que va del año han sido incautadas ocho avionetas y sólo en cuatro de ellas halló droga. Sin embargo, la propia Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) reconoce en sus informes que unas 50 avionetas ilegales se mueven anualmente en el espacio aéreo de Quintana Roo. Muchos de estos aparatos evaden los radares oficiales y terminan aterrizando en Belice. Según la DEA, José Gil Caro Quintero opera en Chiapas, Oaxaca, Yucatán y Quintana Roo y a él le atribuyen la narcodinámica aérea de la región del Caribe. Por su cabeza la DEA ofrece 20 millones de dólares. Ante este flagelo que envuelve a Quintana Roo y Yucatán las autoridades federales nada han podido hacer. El llamado “sellamiento de la frontera sur”, con el que pretenden impedir el aterrizaje de aviones, ha resultado un verdadero fiasco, pues el Gobierno de la Cuarta Transformación carece de una estrategia anticrimen. Por ello, el narco ha encontrado en el Caribe y en buena parte del país un paraíso libre donde impera la impunidad.

Territorio de intenso flujo de drogas, la zona del Caribe mexicano ya se convirtió en la región más socorrida por los cárteles de la droga para mover sus cargamentos. Con amplias complicidades oficiales –que van desde funcionarios de Aeronáutica Civil hasta policías estatales e incluso militares –los grupos criminales han aprovechado las debilidades de las autoridades para mover droga a través de aviones que, tanto de día como de noche, aterrizan en el aeropuerto de Chetumal o en cualquier pista o carretera para descargar toneladas de cocaína.

A través de diversos informes, la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) reconoce la frecuente violación del espacio aéreo de Quintana Roo por parte de los grupos criminales que utilizan esa zona del Caribe para introducir cocaína, mariguana, metanfetaminas, heroína y drogas sintéticas. Una vez que arriban a suelo mexicano, el siguiente paso es introducirlas a Estados Unidos, el voraz mercado de consumo.

De acuerdo con la Sedena, cada año se detectan más de cien vuelos ilegales en el Caribe. Sin embargo, en muchos casos los llamados “narco-aviones” no son detectados porque la habilidad de los pilotos les permite evadir radares y aterrizar en cualquier punto de la Riviera Maya. Varios hechos demuestran que a los grupos criminales no les importa abandonar las aeronaves o incluso incendiarlas si lograron el cometido de entregar el cargamento que, en la mayoría de los casos, rebasa la tonelada y media en cada vuelo.

En los últimos años el tráfico aéreo en la zona de Quintana Roo se ha intensificado, pero en los primeros meses de este año el tema ha llamado la atención incluso de la agencia antidrogas de estados Unidos –DEA –que con base en sus investigaciones establece que una pieza clave de estos “narco-aterrizajes” en Quintana Roo tiene nombres, apellidos y una larga historia criminal.

Se trata de José Gil Quintero, apodado “Don José”, identificado por la DEA como sobrino del capo Rafael Caro Quintero, el célebre narcotraficante que se hizo famoso en los años ochenta cuando fue capturado porque ofreció al Gobierno mexicano pagar la deuda externa de México si lo dejaban en libertad.

Caro Quintero era entonces jefe del poderoso Cártel de Guadalajara, al que pertenecieron Miguel Ángel Félix Gallardo –“El Jefe de jefes” –y Ernesto Fonseca Carrillo, “Don Neto”. Los tres fueron encarcelados en 1984 tras el secuestro y muerte de Enrique Camarena, “Kiki”, un agente de la DEA que en esa época le seguía los pasos.

Caro Quintero, al igual que sus socios, fueron encarcelados. “Don Neto” salió de prisión acogido a los beneficios de ley debido a su edad y deteriorado estado de salud; Caro Quintero fue liberado en 2013 cuando un equipo de abogados detectó que su cliente había sido procesado por una autoridad incompetente, en este caso la Procuraduría General de la República (PGR), al ocuparse de investigar el homicidio de Camarena que, según los abogados, no era del orden federal. Con base en esas argucias el capo fue puesto en la calle. Cuando las autoridades se dieron cuenta que la PGR sí era competente para procesar a Caro Quintero, ya era demasiado tarde: el criminal se había esfumado y hasta la fecha nadie lo ha podido detener.

Sin embargo, Caro Quintero se dio a la tarea de construir una organización criminal que actualmente rivaliza con el Cártel de Sinaloa, en particular con el ala que encabezan Jesús Alfredo, Ovidio y Archivaldo Guzmán, llamados en el mundo del hampa “Los Chapitos”. Se trata del Cártel de Caborca, actualmente liderado, según la DEA, por José Gil Caro Quintero, quien estuvo preso en el penal de Puente Grande desde 2005 hasta 2016 y se asegura que ha regresado a la actividad criminal. Tan importante es para la DEA que la agencia estadunidense ofrece 20 millones de dólares a quien aporte información para lograr su captura.

La DEA atribuye a este personaje la mayor parte de la actividad aérea que existe en el Caribe mexicano; los informes de la Secretaría de Seguridad Pública coinciden con los de la DEA en el sentido de que “Don José” es el responsable de la introducción de cuantiosos cargamentos de cocaína a través del estado de Quintana Roo, lo cual lleva a cabo tanto vía aérea como terrestre.

Y es que un dato que ya investigan las autoridades federales es el que se refiere a que “Don José” ha podido apoderarse del territorio de Quintana Roo debido a las complicidades que ha tejido. Se asegura que mantiene cooptados a funcionarios de Aeronáutica Civil, policía estatal e incluso a algunos mandos del Ejército Mexicano. A eso atribuyen que en un año la Sedena sólo haya asegurado ocho avionetas –algunas sin droga –y el resto de las aeronaves hayan podido evadirse después de descargar el alcaloide.

La corrupción que despliega el crimen organizado en Quintana Roo ha impedido el éxito del llamado “sellamiento de la frontera sur”, implementado por la Sedena apenas en febrero de este año, con la cual pretendían impedir el flujo de aviones con droga.

El Cártel de Caborca no es el único que opera en la región del Caribe. Informes de la Secretaría de Seguridad Pública Ciudadana (SSPC), de la Sedena y de la DEA aseguran que el Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG) es otro que está aprovechando la ruta del Caribe para la introducción de enervantes.

El grupo criminal que encabeza Nemesio Oseguera, según establecen los informes, tiene amplias conexiones –igual que las tiene “Don José”, jefe del Cártel de Caborca –con cárteles en Colombia, Bolivia, Perú, Ecuador y Venezuela, donde se abastecen de droga.

Los aviones que aterrizan en Quintana Roo e incluso en la Península de Yucatán –otro territorio controlado por el narco –provienen en su mayoría de Colombia y Venezuela, dos países donde existe una intensa actividad de tráfico de drogas. En Colombia operan los llamados “invisibles”, que no son otra cosa más que cárteles con bajo perfil que han diversificado sus actividades hasta pasar desapercibidas, en tanto que en Venezuela el tráfico de drogas es operado por el cártel de “Los Soles”, integrado por militares que actualmente tienen orden de aprehensión internacional por parte de la justicia estadunidense.

El año pasado el general de la 34 zona militar con base en Chetumal, Miguel Ángel Huerta Cevallos, declaró que gracias a la tecnología de punta que disponen han logrado detectar más de 100 vuelos de “narco-avionetas” que pretenden cruzar el espacio aéreo quintanarroense.

El militar explicó, además, que los narcotraficantes no solamente usan avionetas: también utilizan aviones con turbinas, por lo que ahora son más veloces y disponen de mayor capacidad de carga.

Según los reportes de la Sedena, reforzados con el estudio de algunas aeronaves aseguradas, los narcotraficantes tienen la habilidad de no ser detectados por los radares. Además, dicen los informes, los narcotraficantes utilizan con mayor frecuencia aeronaves pequeñas. Sus flotillas operan con aviones tipo Gulfstream y Learjet.

Según los mismos reportes, cuando un avión de estos aterriza, los operadores del crimen tardan entre cinco y diez minutos en descargar la droga, la cual trasladan a Estados Unidos por diversos medios.

La pista del narco

Los reportes oficiales dan cuenta de que el estado de Quintana Roo está convertido en una gran pista de aterrizaje del crimen organizado. Los datos hablan:

–El pasado 27 de octubre, en Chetumal, fue asegurado un Jet con 1.5 toneladas de cocaína. La aeronave era una tipo Hawker 800, sin matrícula. Fue hallada en la pista del aeropuerto de Chetumal, donde cada vez es más frecuente que aviones de este tipo sean abandonados en esa terminal aérea sin mayores explicaciones.

De acuerdo con las autoridades, la aeronave aterrizó entre las 05:00 y 06:00 horas. Los reportes indicaron que, además de este avión, otros dos vehículos aéreos lograron evadir el sistema de los radares y los sobrevuelos realizados por efectivos de la Marina y Fuerza Aérea. Los aviones perseguidos, dicen los informes, no fueron alcanzados. Tomaron la ruta hacia Belice.

La Sedena dio a conocer que del avión abandonado en la terminal de Chetumal salieron dos pilotos que intentaron huir. Los soldados tendieron un cerco y lograron detener a uno de ellos. “Era de origen extranjero”, dice el parte militar, aunque no precisó la nacionalidad. El piloto fue puesto a disposición de la Fiscalía General de la República.

Antes, el 9 de septiembre de este año, otra aeronave tipo Hawker 80 también fue abandonada sin mayores explicaciones. El piloto y copiloto acudieron ante las autoridades aeroportuarias para presentar el plan de vuelo y la documentación de la aeronave.

Tras entregar los documentos, los pilotos dijeron que irían a comer, pero ya no regresaron. Simplemente abandonaron la avioneta sin que hasta la fecha se conozca el paradero de los tripulantes. Luego de una revisión, la Sedena informó que la aeronave traía matrícula falsa. No se hallaron rastros de droga en su interior.

Según los informes oficiales, tan sólo en este año se han asegurado en el sur de Quintana Roo ocho aeronaves. El primero fue un Jet que aterrizó en la carretera federal vía corta a Mérida; otro en el aeródromo de Majahual, uno más en la comunidad de Salamanca.

Otras aparatos fueron hallados en la comunidad de Mocoroy y otros dos más fueron asegurados en la carretera José María Morelos y la comunidad de Pucté, respectivamente; otro avión fue abandonado el poblado Sergio Butrón.

Los informes establecen que sólo en cuatro casos se halló droga y fueron arrestadas cuatro personas relacionadas con el aterrizaje de las avionetas con droga. En lo que va del año en Quintana Roo han aterrizado seis aviones con droga, todas provenientes de Colombia y Venezuela. Según los informes oficiales, al menos unos cincuenta aviones por año aterrizan en el Caribe mexicano, con lo cual esta región se ha convertido en la más socorrida por el narcotráfico.

Pese a la política de “abrazos y no balazos” –interpretada dentro y fuera de México como una abierta complicidad con el crimen –los cárteles nacionales e internacionales mantienen una intensa actividad de trasiego de droga vía aérea.

Los aviones repletos de droga siguen bajando en el Caribe, territorio convertido en la pista preferida del narcotráfico.

Ricardo Ravelo
Ricardo Ravelo Galó es periodista desde hace 30 años y se ha especializado en temas relacionados con el crimen organizado y la seguridad nacional. Fue premio nacional de periodismo en 2008 por sus reportajes sobre narcotráfico en el semanario Proceso, donde cubrió la fuente policiaca durante quince años. En 2013 recibió el premio Rodolfo Walsh durante la Semana Negra de Guijón, España, por su libro de no ficción Narcomex. Es autor, entre otros libros, de Los Narcoabogados, Osiel: vida y tragedia de un capo, Los Zetas: la franquicia criminal y En manos del narco.
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