Cuando no puedes conciliar el sueño, es porque padeces de insomnio

El insomnio es todo aquello que no puedes hacer cuando no duermes. Foto: shutterstock

El insomnio es todo aquello que no puedes hacer cuando no duermes. Foto: shutterstock

“El insomnio es una cadena / El insomnio es un lazo / El insomnio es un círculo vicioso… En medio de esta emergencia / Pienso en ti / Y sólo en ti…”, escribió el dramaturgo, actor y director estadounidense Sam Shepard.

Qué no daríamos para que esas horas robadas por la fuerza al sueño y sin que tengamos control sobre ellas, esos momentos de la madrugada que nos sorprenden mirando fijamente al techo (“y en el techo no hay nada, hay solamente un techo…”, dice una canción popular), nos sirvieran para escribir un poema como el que le ha salido al ex de Jessica Lange.

Pero la verdad es que son pocas las cosas que se nos ocurre hacer cuando no podemos dormir y sin ánimo de parecer expertos frente a un tema que tiene su razón científica, podríamos afirmar con conocimiento de causa que el insomnio es todo aquello que no puedes hacer cuando no duermes.

Dormir, tal vez soñar… como anhela Hamlet es todo lo que deseamos cuando apoyamos la cabeza en la almohada, luego de una larga jornada de trabajo y de andar por la ciudad gastando suelas, con el copete levantado y todos los sentidos puestos en la batalla por la subsistencia.

Pero el sueño no viene y comienzas a desesperarte. ¿Tomaste café? ¿Hiciste muchos ejercicios poco tiempo antes de enfundarte en tu pijama? ¿Te persiguen los acreedores? ¿El más joven de la casa tarda en llegar y no ha avisado dónde está?

Las causas son múltiples y los niveles del insomnio tres, según la psiquiatría: el inicial, es decir cuando no puedes dormir a la primera intención y comienzas a dar vueltas en la cama durante un buen rato. El medio, aquel que nos hace despertar en la madrugada y que nos mantiene sin poder dormir un largo periodo. Y el terminal, el más temido, el insomnio que se produce –digamos- a la 1 de la mañana y no se supera hasta las 8, la hora de levantarnos para ir a trabajar.

Desde los nutricionistas hasta los psicólogos, en una larga cadena de expertos que incluye por supuesto la vecina de al lado que parece tener siempre receta para todo, a menudo dan consejos para prevenir la falta de sueño.

Una dieta liviana, no beber té ni café ni refrescos, consumir tal vez vitaminas como la A, B1, B6 y D, infusiones de valeriana y tilo o el vasito de leche tibia que siempre promovían nuestras abuelitas se encuentran entre las recomendaciones más usuales para combatir a las inoportunas bestias nocturnas que nos vuelven insomnes y más lelos que lo usual.

Nadie, sin embargo, nos dice cómo obrar cuando tenemos a la bestia enfrente, acorralándonos sin compasión contra las cuerdas del mal dormir, a un paso del sonambulismo, un fenómeno distinto pero igual de peligroso.

Hay algo todavía mucho más dañino: hacerle caritas al refrigerador y creer que con un sándwich de jamón y queso o comer los ravioles fríos directamente de la olla, que es cómo más nos gusta comerlos, sobrevendrá el bostezo anhelado, harto y calórico error.

Según la ciencia nutricional, estaremos abonando así el terreno fértil para contraer el Síndrome de Alimentación Nocturna, una desviación en la conducta que nos convertirá en feroces devoradores de hamburguesas a la hora en que hasta el perro susurra pesadillas en los brazos de Morfeo.

Los que padecen este mal comen poco durante el día, porque saben que a la noche le van a dar duro y parejo al arte de la masticación, o sea: no y mil veces no.

Tampoco será muy conveniente seguir el consejo de Joan Manuel Serrat y admitir con “El Nano” que “al techo no le vendría nada mal una mano de pintura”, por eso de los plomos tóxicos y ve tú a saber qué tan glamoros@ te verás pincel en mano a las 4 de la mañana.

No intentes fumar: never. La nicotina provoca insomnio, dicen los médicos.

Pero el que se voló la barda en esto de aceptar el insomnio y abrirle los brazos con amplitud de miras (y ojos bien abiertos, suponemos) es el escritor Alberto Ruy Sánchez, autor entre otros de Elogio del insomnio.

“El problema no es tanto si duermes más o menos, el problema es cómo vives las horas que estás despierto”, dice.

“Yo sería incapaz de decirle a alguien: -no duermas, pero sí insistiría con el hecho de que cuando te toque no dormir, no vivas esa circunstancia como un tormento, porque además del problema neurofísico, amanecerás oscurecido por haberte dejado habitar por las peores escenas de tu vida”, afirma.

Como vemos, el tema da para mucho, pero ahora nos vamos a echar una pestañita. Que toca.

Leave a Reply