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Diego Petersen Farah

04/03/2022 - 12:03 am

Despolarizar

Entendiendo la función de la polarización hay que decir que, invariablemente, ésta tiene más costos que beneficios.

El empresario mexicano Carlos Slim Helú.
«Es cierto: la polarización no genera progreso. Los momentos más críticos de México han sido cuando el país se ha dividido». Foto: Graciela López, Cuartocuro

La declaración de Carlos Slim, el hombre más rico de México y por algunos años del mundo, contra la polarización fue muy celebrada y aplaudida. No es lo que dijo, pues muchos han dicho lo mismo, sino quién lo dijo. Cuando Slim habla en Palacio paran orejas, pues, en materia de poder, él es uno de los pocos que le habla de tú al Presidente.

Es cierto: la polarización no genera progreso. Los momentos más críticos de México han sido cuando el país se ha dividido. Pero también es cierto las grandes transformaciones han surgido de la polarización. Ese es el discurso y la visión del Presidente: si no se tensa la cuerda y no se evidencian los problemas, no hay cambio posible. Podemos estar de acuerdo con el fondo, con las formas o en desacuerdo con ambas, pero esa ha sido siempre la propuesta del Presidente y su estrategia política. Nadie puede llamarse a engaño.

Entendiendo la función de la polarización hay que decir que, invariablemente, ésta tiene más costos que beneficios. Y cuando hablamos de polarización no sólo hay que pensar en lo político: la gran tragedia de este país es la polarización económica y en ello Slim ha sido el principal beneficiado y uno de los causantes. Tener al hombre más rico del mundo en un país donde la mitad vive en la pobreza es un perfecto ejemplo de esa polarización.

Pero quitemos nombres y apellidos de empresarios y de políticos. El índice de Gini, que mide la desigualdad de una sociedad (cuando el índice es más cercano a uno mayor es la desigualdad) ubica a México entre los países más desiguales del planeta con 0.50 poco más o menos y tiene que ver fundamentalmente con dos cosas: la falta de acceso a servicios públicos de calidad (educación, salud, seguridad, justicia) y una política de competitividad basada en salarios bajos.

Para tener mejores servicios se requiere un Estado más eficiente, pero sobre todo una reforma fiscal de fondo que permita la universalización de los servicios de salud, acceso a la educación y que fortalezca a las instituciones del Estado frente a los poderes fácticos y el crimen organizado. Para tener una economía más equitativa e internamente más potente se requiere una política salarial justa.

No hay despolarización política sin despolarización económica y viceversa. Así como en los años noventa logramos un gran pacto para la transición democrática, hoy requerimos un nuevo pacto social que incluya seguridad pública, seguridad social, justicia laboral y justicia transicional para lidiar con el pasado. El primer paso para sentarnos en la mesa es despresurizar al país, dejarnos de insultar y acusar los unos a los otros comenzando por el Presidente en la «mañaneras», cierto, pero de ahí para abajo.

¿Ya llegamos al límite, es el momento de despolarizar? Entender ese punto de quiebre es la sabiduría política.

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