Ana Bárbara Mungaray, titular de la Unidad de Desarrollo Productivo de la Secretaría de Economía, habla de la importancia y obligación que tienen las funcionarias y todas las mujeres que ya están en puestos de poder o toma de decisiones que desde su posición de privilegio deben trabajar para que otras mujeres puedan acceder a una vida más digna, de mayores libertades y oportunidades.
Ciudad de México, 2 de julio (SinEmbargo).- Ana Bárbara Mungaray, titular de la Unidad de Desarrollo Productivo de la Secretaría de Economía (SE), tiene muy en claro que las mujeres, para poder crecer profesionalmente y ocupar puestos en los que se toman decisiones de relevancia nacional, no sólo tienen que enfrentarse a la inequidad de género, sino también tienen que padecer las disparidades entre su mismo género: diferencias sociales, económicas y educativas.
La académica Ana Bárbara Mungaray lo sabe porque está consciente que ella es parte de la excepción a la regla. Su labor y desempeño como académica en la Universidad de Baja California le valió ser llamada para ocupar la titularidad de la Unidad de Desarrollo Productivo de la SE. El reto que ella ahora enfrenta no es menor: implica estar a cargo de la atención y fomento de las micro, pequeñas y medianas empresas del país, que representan al menos el 90 por ciento de las empresas en el país, convirtiéndola en una de las mujeres que ahora están en puestos de toma de decisiones.
Mungaray Moctezuma es doctora en Ciencias Económicas por la UABC (2006), con maestría en Estudios Latinoamericanos de Universidad de California en Los Ángeles (2002). Cuenta en entrevista con SinEmbargo que el haber trabajado en una Universidad le dio ventajas y que las oportunidades se dieron. Destaca que por ese motivo ella sabe que lo importante para avanzar en la equidad de género y que las mujeres puedan acceder a mejores puestos labores, es impulsar y acortar la brecha, no sólo entre los hombres, sino darles más herramientas a todas las mujeres.
“Hay desigualdades entre hombres y mujeres y también hay desigualdades entre mujeres. Ese es un aprendizaje muy profundo que tuve en el campo, en la academia y en la vida. Lo digo porque yo soy muy afortunada. Tengo privilegios como mujer que no todas tienen en este país. El haber estudiado una carrera, una maestría y un doctorado, de entrada, me hace ser una excepción entre la mayoría de las mujeres y la mayoría de los mexicanos. Entonces, esos privilegios me han hecho que no sea tan difícil mi camino, claro que he tenido retos, pero no han sido tan retos como lo podemos ver en zonas que está en condiciones socioeconómicas y educativas”, dijo.
No obstante, el hecho de ser mujer (y contar con ciertos privilegios) la obliga a enfrentar obstáculos, adversidades, diferencias e inequidades con los hombres.
“Claro que ha habido momento complicados. Por ejemplo, donde levantas la mano y no te escuchan, hablas y tienes que levantar la voz y no te escucha”.
La funcionaria narró que para hacer valer su voz incluso ha tenido que solicitar a sus superiores y decirles que la vean como un hombre.
“He tenido que ser valiente. He tenido que tomar decisiones, pero creo que mi ejemplo no es el ejemplo de las mujeres en general”, platicó.
“Yo creo que la educación es el camino natural para poder acceder a diferentes puestos o espacios en los que te puedas desarrollar como persona […] También es importante que los programas y las políticas públicas de Gobierno tengan ese propósito de desarrollar habilidades en las mujeres. Y las redes de apoyo son importantes. Es importante que las que tenemos esta conciencia de alguna manera podamos trasmitir estos mensajes hacía otras”, compartió.
EN EL CAMINO HAY QUE RESISTIR
—¿Qué significa para usted estar en este cargo y cómo ha sido el camino para llegar hasta aquí?
—Este cargo creo que es el mayor reto profesional que he tenido en mi vida sin duda. Es una gran responsabilidad porque nosotros atendemos a las micro, pequeñas y medianas empresas del país, las fomentamos para que sean más productivas, que crezcan. El 99 por ciento de las empresas de este país son micro, pequeñas y medianas, así que ya se imaginarán el tamaño del reto. Para mí es un honor ser parte de la Secretaría de Economía, es un es un trabajo que que vivo con mucha pasión, es lo que siempre soñé.
Yo antes de llegar acá estaba en la academia, era profesora investigadora en la Universidad Autónoma de Baja California y justo allá mi trabajo de investigación era aprender a entender y estudiar a la informalidad en México y en la región, entonces mucho el trabajo que realizábamos era en el campo y conocí a todas las colonias y recovecos de Baja California; entendí cuál era la problemática que enfrentaban las empresas de menor tamaño y en en particular las microempresas de mujeres.
Los retos que enfrentan estos negocios tienen que ver con el contexto en el que estas personas viven y que enfrentan y que no nada más tiene que ver con necesidades económicas sino con muchas dimensiones de su vida que están vinculadas a la informalidad.
Ese es el trabajo que realicé por muchos años y finalmente el resultado de la proyección que te da ser académico, hizo que me invitaran a trabajar en la Secretaría de Economía. Fue algo muy importante profesionalmente; es un reto muy grande porque tuve que salirme de mi zona de confort, de estar en Tijuana con mi familia, tenerlos que dejar allá y tener que venir a trabajar acá; enfrentar diferentes situaciones, a personas que no conocía, pero bueno, aquí estoy y trabajamos con mucho gusto e ímpetu todos los días y también muchísima responsabilidad.
—Doctora, ahorita mencionaba usted como en la academia se dio cuenta de los obstáculos que enfrentan las mujeres derivado de muchas cosas, ¿esto cómo se ha visto reflejado en su trayectoria? Tanto en los ámbitos académicos como en los ámbitos políticos también las mujeres se enfrentan a misoginia a machismo, ¿cómo lo ha enfrentado usted?
—Hay diferencia entre desigualdades: hay desigualdad entre hombres y mujeres y también hay desigualdades entre mujeres y eso creo que es algo un aprendizaje muy profundo que tuve en el campo en la academia y en la vida.
Lo digo porque en ese sentido yo soy muy afortunada, digamos, tengo privilegios como mujer que no todas tienen este país. Es haber tenido acceso a la educación formal, de haber estudiado no solo una licenciatura, sino una maestría y un doctorado, lo cual de entrada ya me hace ser una excepción y no solo entre las mujeres, también entre la mayoría de los mexicanos.
Esos privilegios a lo mejor me han hecho que no sea tan difícil mi camino; claro que he tenido retos pero no han sido tan complejos como los podemos ver en personas que están en otras condiciones socioeconómicas y educativas. Trabajar en una universidad tiene muchas ventajas porque es el espacio más igualitario que puede haber, hay diferencias pero es donde está la gente que tiene mayor educación y se promueven estos valores igualitarios.
Ha habido momentos complicados en donde levantas la mano y no te escuchan; donde hablas y tienes que levantar la voz porque si no, no te escuchan; donde he tenido que decirle algún jefe que me pregunta «¿cómo quieres que te trate?» y yo tener que responder «pues como hombre» porque eso de entrada me da la posibilidad de tener oportunidades.
He tenido que ser valiente, he tenido que tomar decisiones, pero creo que mi ejemplo no es el ejemplo de las mujeres en lo general. Esos son el tipo de fenómenos que me ha tocado ver en en el campo. Ahí ves mujeres que al final de cuentas están solas, que son jefas de familia, que tienen que mantener a sus hijos, pero también a sus papás a sus parientes, donde el ambiente familiar no las ayuda o no permite que ellas crezcan o que tengan una actividad económica que les permita mejorar.
He sido testigo de violencia de género y muchas problemáticas muy arraigadas en nuestra sociedad y que es nuestra responsabilidad de las que tenemos es el privilegio de estar en estos lugares, de tener estos niveles educativos, de conocer o de pertenecer ser parte de redes de apoyo para poder hacer que estas otras mujeres que no tienen tantos privilegios como como nosotras puedan tener una vida de mayores libertades, más digna, donde tengan la posibilidad de decidir qué quieren en su vida con sendas de crecimiento que estén claras y que les abran esa posibilidad.
—Nos habla del punto de vista de una mujer con privilegios, ¿cómo canalizarlo para que otras mujeres puedan llegar a estos puestos de poder sin que tengan que estar precisamente desde una posición de privilegios?
—Yo creo que la educación es el camino natural para poder acceder a diferentes puestos o espacios en los que te puedas desarrollar como persona. Afortunadamente existe la educación pública, yo estudié en una universidad pública y di clases, y creo en la educación pública sin duda.
Esa es la parte formal del asunto y hay otro tema que tiene que ver con creerse capaz de hacer las cosas. Son habilidades blandas que las desarrollas en la vida, exponiéndote este ante retos en la escuela, en la familia, en actividades sociales. No se dan de forma natural, hay que crear los espacios para poder desarrollar esas habilidades y por eso también es importante que los programas de las políticas públicas tengan ese propósito de desarrollar esas habilidades en las mujeres, porque si está siempre con la familia, no sale de ahí porque se la pasa cuidando a los hermanos y luego a los niños, no tienes la posibilidad de experimentar.
La otra vía son las redes de apoyo. Las personas solas, las mujeres solas no podemos saber cómo solucionar ciertos temas y es importante que las que tenemos de esta conciencia podamos transmitir ciertos mensajes hacia otras. También desarrollar a nivel familiar los temas de igualdad, con las parejas poder expresar, y llevar a la práctica, que hay que compartir los trabajos de cuidado, que hay que compartir los espacios de recreación, porque tanto hombres como mujeres tenemos la necesidad de tener espacios libertad y para estar solas y para socializar.
Es un trabajo que involucra muchos ámbitos de la sociedad, del Gobierno, de las organizaciones del sector privado y que hay que estar constantemente poniéndolo sobre la mesa. Este no es un proceso que se dé de forma automática, aunque a nivel jurídico y en términos legales las mujeres y los hombres somos iguales en la práctica no lo somos.
Hay que hacerse consciente de eso, pues te implica que hay que construir una narrativa, socializarla y trabajar de manera consciente para que la igualdad entre hombres y mujeres se dé.
—Al menos ya en el servicio público, en esta administración, se ha avanzado en la presencia de mujeres que están al frente en puestos importantes, en los altos mandos de empresas privadas, en los consejos de los bancos, etcétera. En este contexto, ¿cuáles son los retos en el corto y mediano plazo para las mujeres funcionarias en general?
—Hay datos del IMCO que señalan que hay más mujeres en puestos de alto nivel en la toma de decisiones pero sigue siendo desigual porque hay más hombres. Más allá de eso, el hecho implica que en la toma de decisiones está la visión de los problemas de las mujeres y los retos.
Hay otro tema. Está bien que haya más mujeres en la toma de decisiones, ¿pero qué hacemos con la familia, qué hacemos con los trabajos de cuidado? Está la consolidación de un sistema de cuidados real, donde existan opciones para que las mujeres puedan compartir los trabajos con las parejas, pero además que tengan un espacio para dejar a los hijos y que ellas puedan estar tranquilas, porque no es nada más que lo dejes ahí donde se puede, el cuidado de los hijos debe ser profesional, que les permita a las mujeres desarrollar al máximo las habilidades que tienen para llevar a cabo en cualquiera que sea su labor, su negocio, su empresa.
Tenemos un reto muy importante en ciertos rezagos que hay de mujeres respecto a hombres en términos de digitalización, de que puedan tener ser autónomas económicamente pues les permite tomar decisiones de manera personal, en lo familiar, en lo laboral y en todos los aspectos de la vida.
Ahí vamos, el cambio institucional no se da de forma automática, es un proceso de largo plazo y creo que es muy importante generar esos espacios y y poder, de manera consciente, hacer todo para que eso suceda lo antes posible.
—Estos son los avances pero también hay retrocesos, ¿cuáles ha visto usted?
—Siempre hay avances más que retrocesos; hay cambios institucionales y los cambios siempre representan duda e incertidumbre. Hay avances reales en términos de la norma, de las instituciones que están trabajando de manera explícita por incrementar los derechos y la participación de las mujeres, por crear el sistema de cuidados.
Es difícil ver desde nuestro espacio del día a día el avance porque los avances son de largo plazo, pero no puede haber retrocesos en el acceso de la digitalización o de todo el acceso a la tecnología y a la información que tenemos las mujeres por la era que nos está tocando vivir. Entonces sino viene de forma local esta ola de feminismo, de conciencia de estas desigualdades, viene de lo global, o sea, sí se mete en las redes sociales. Este no es un movimiento específico de México, hay un cambio de paradigma de mayor participación de las mujeres. Nosotros nos sentamos en diferentes foros internacionales y hay dos temas que no se dejan de tocar para la atención de la agenda de política pública para las micro, pequeñas y medianas empresas: la digitalización y la mayor participación de las mujeres en la economía.
Eso no viene nada más de México, está sucediendo a nivel global. Tenemos toda la información y todo el impulso de lo que está sucediendo en el mundo, de poner a las mujeres en primer plano porque es un tema que tiene que ver con con todo: desde la familia, el cuidado del medio ambiente, el acceso a mayores oportunidades, mayores derechos humanos y el crecimiento económico porque ya está demostrado que si incluimos a las mujeres en la economía y hacemos que las empresas de mujeres crezcan, que más mujeres trabajen de manera formal, la economía va a crecer.
Este es el tiempo de las mujeres. En estos tiempos tenemos todo el impulso, desde lo local hasta la agenda de política pública nacional, desde el Gobierno Federal pero también desde los organismos internacionales y de todos los movimientos. Hay que aprovechar esta coyuntura, para hacer lo propio, desde lo que nos toca hacer cada quien.
—¿Qué comentario le haría a las mujeres? Un consejo para estar en este mundo que está cambiando pero que a veces se siente que ocurre de manera muy lenta…
—Resistencia. No perder de vista el propósito de cada quien. Intentarlo una y otra y otra vez y seguir creciendo. No importa si avanzo poquito o me regreso poquito, luego voy a avanzar otros dos pasos.
No importa si crees tú que tu idea no es la mejor este, inténtalo porque seguramente en algún momento lo vas a lograr. Y no es nada más como un buen deseo, de manera personal he sentido que no avanzo; muchas veces he sentido que para qué hago lo que hago, sí vale la pena o no el sacrificio, si voy a dejar al hijo o no lo voy a dejar… pero al final de cuentas, todo lo que nos planteamos lo podemos lograr.
El otro consejo es: echa mano de tus compañeras y compañeros, de las personas que tengas cerca. No estás sola en esta en este viaje. La mayor parte de nosotros, sino es que todas, compartimos de alguna u otra manera los mismos problemas y ese es el tema del rezago, de las desigualdades de género. Todas sentimos culpa por dejar a los hijos, tenemos que negociar con la pareja, con el marido, nos enfrentamos a situaciones en las que a veces no sabemos qué hacer y a eso me refiero cuando digo resistencia que más bien es constancia. Ser constante para lograr ser lo que tú deseas hacer.